IMPULSO/Claudio Jones/Arena Pública
Existe una razón fundamental para fijar la vista en las elecciones próximas del Estado de México. Todos la conocen: su influencia en el posicionamiento de los partidos hacia 2018 parece definitoria.
Por un lado, se trata de alrededor de 11 millones de electores en el padrón, lo cual supone un empujón a los partidos que cosechen los primeros lugares de voto. Por otro lado, la colindancia con buena parte de la Ciudad de México hace de esa elección una influencia indiscutible en la zona más poblada del país, que es el valle central en que se asientan, el área conurbada del mencionado estado y la capital del país.
A ello hay que añadir que el PRI nunca ha perdido una elección en esa entidad y que, por tanto, el valor real/simbólico del Estado de México es, para este partido, esencial. Aunque todo ello no garantiza ganar la Presidencia en 2018, pero sí implica un factor de consideración para cualquier fuerza política.
En marzo, será el registro de candidatos, pero el 23 de enero ya fue el registro de alianzas. Como en la elección anterior, ampliamente ganada por Eruviel Ávila del PRI, la oposición panista y perredista se dividió. Ni siquiera sumando el voto de esos dos partidos le ganaban al PRI en aquella ocasión: juntos sumaban alrededor de 50 puntos, frente a 61 de Eruviel.
Algo relativamente distinto se observó en 2005: Peña Nieto ganó con 47 a una distancia de 23 puntos, ya sea del candidato Bravo Mena del PAN o Encinas del PRD. Ello atestigua que, en la elección en que triunfó Eruviel en 2011, el poderío del aparato del PRI fue aplastante dando un resultado de hegemonía del tricolor.
Ello, sin duda, es fuente de confianza del PRI actual y del propio presidente Peña Nieto, cuyo candidato es Alfredo del Mazo, su primo. El PAN no ve la suya para poder colocar a Josefina Vázquez Mota de candidata frente al virtual veto del líder local blanquiazul, Ulises Ramírez.
Una de las preguntas clave es qué tanto podría fragmentarse el voto en la elección de gobernador del Estado de México en 2017, y ello es patente si se considera que en 2005 y 2011 no existía una fuerza importante a tomar en consideración que es MORENA, hoy, con su candidata Delfina Gómez.
Pero analicemos el número efectivo de candidatos en las elecciones pasadas -medido por el Índice Laakso Taagepera del número efectivo de partidos/candidatos en una elección o sistema.
En 2005, la elección de Gobernador expresó un número efectivo de candidatos de 3.11, mientras que el mismo índice para 2011 fue de tan sólo 2.34, expresando un poderío inconstestable del PRI.
En esta ocasión, la de 2017, la oposición no se une y “la izquierda” se fragmenta, dando lugar a una elección con un mayor número de candidaturas que podrían llegar a cuatro o cinco.