IMPULSO/ Octavio Raziel
Café
Terminé de leer “La historia de los judíos”, que fue el rompecabezas más difícil que he armado en mi vida, pero muy interesante y, casi termino con “La historia del cristianismo”; las dos son obras de Paul Johnson. En broma y en serio digo: de lo que se entera uno mientras camina por la vida de la lectura. Leer, lo hago con una serie de tazas de café a las que les doy fin diariamente.
La época cuando un periodista sin alcohol era como una flor sin aroma ha pasado a la historia; ahora un buen número de ellos son cafeinomanos. Así, esta mañana, después de dar gracias a Dios por permitirme ver la luz del día una vez más me levanto y enciendo la cafetera preparada desde la noche anterior. Mientras saboreo la primera taza de la infusión, de unas ocho o diez que me ejecuto al día, me entero que este grano arábigo reduce el riesgo de padecer enfermedades como la de Parkinson, la gota, es analgésico, antidiabético, antineoplásico (protege el hígado, páncreas y la vesícula) es cardioprotector, laxante y diurético. También previene el Alzheimer -aunque no recuerdo por qué- y mejora el rendimiento cognitivo. Dicen que aumenta la memoria a corto plazo y el cociente intelectual. Además, se ha comprobado que ameniza los velorios.
La organización Mundial de la Salud realizó un estudio entre 520,000 personas a lo largo de 16 años en varios países europeos, el cual dio como resultado que beber tres cafés o más al día reduce la mortalidad prematura un 18% en hombres y un 8% en mujeres. La misma OMS, después de minuciosos estudios concluyó que no hay pruebas de carcinogenicidad del café. Incluso, hay reducción de riesgo de cáncer de hígado y del endometrio uterino. El macroestudio no solo indulta al aromático, sino que confirma que el café no es malo
También se han llevado a cabo pruebas similares en los Estados Unidos con conclusiones similares. Fueron estudiados para ello 185,000 estadunidenses de varias etnias durante 16 años.
Las investigaciones fueron publicadas en la revista especializada Annals of Internal Medicine.
Quienes somos cafeteros de cepa distinguimos entre un buen café y uno de mentiritas (solubles). Además, rechazo el que sirven en algunas cafeterías (Sanborns, Vips y similares) que me alteran los nervios y destrozan mi estómago.
Pablo Contreras Rodríguez, experto en el tema, ha comentado que los solubles se elaboran con café robusta, más barato, más fuerte y con mayor rendimiento que el arábigo. Además, muchos de los aromáticos se inyectan después al frasco y el resultado es un sabor “muy plano” comparado con el de grano, con el cual se pueden disfrutar aromas y matices que incluso permiten identificar las características de la zona productora.
El café descafeinado suele compararse con la cerveza sin alcohol y al sexo sin amor.
Cuántos negocios se han concretado ante una taza de café humeante; cuántas novelas han sido concebidas con la inspiración que da a los escritores la aromática bebida. Baste recordar que el genial Honorato de Balzac consumió unas 50 mil tazas de café mientras redactaba su titánico mural sobre la sociedad de su tiempo, “La comedia humana”.
Cuántos recuerdos evocan los amigos en una tertulia cafetera.