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La vida como es…

IMPULSO/ Octavio Raziel
Humo

La vida nos da experiencias, buenas y malas, todo con medida, nada con exceso, dicen por ahí. Les repito: he invertido casi todo mi dinero en alcohol y mujeres, el resto lo malgasté. Viajar y aprender de los demás son vicios positivos, llenarse el coco de humo, no tanto. Esto me remite a un tema del que todos hemos hablado, poco o mucho, pero que en algún momento tocamos.
Más de 50 mil millones de cigarrillos se queman en México no obstante que está prohibido en muchos lugares encenderlos y fumarlos. Nuestro país ocupa el decimoquinto lugar en el mundo como consumidor de pitillos.
Siempre fui compulsivo en el amor, el cigarro y en el alcohol; llegué a fumar tres cajetillas al día. No me iba a la cama si no había dos o tres en el refrigerador.
Fumar es un placer, decía la canción. Toda película o anuncio de las tabacaleras que se preciaran de modernas tenían que presentar a un hombre joven, atractivo, robusto y buena onda o una mujer fatal con larga boquilla (entre más larga mejor) con el humo esparciéndose por el etéreo mientras ella reposaba en una cheslón. Se ha sabido que todos, o casi todos, los chicos que aparecieron junto a caballos y en bucólicas montañas anunciando cigarrillos murieron de cáncer. Vaya usted a saber.
El tabaco te va a matar lentamente, me decían.
Dejar de fumar es sencillo, lo he dejado unas cien veces, respondía.
Fumar “pudre” el cerebro dañando la memoria, el aprendizaje y el razonamiento, además de los daños físicos que causa, han descubierto científicos británicos.
Necesité de una resonancia magnética de mi cerebro. Buscaban el comportamiento de mis cuatro aneurismas en el polígono de Willis, inoperables. El neurocirujano exclamó: ¡Te bebiste todo el alcohol del mundo; además de fumarte todo el tabaco en existencia!
– ¿Ves estos huecos, estas marcas? Son las marcas originadas por el tabaco y el alcohol.
-Pero hace más de cuarenta años que abandoné esas adicciones.
-Hasta el momento la ciencia no ha descubierto cómo recuperar ese tipo de pérdidas –Añadió el galeno.
Grandes amigos fallecieron por su tabaquismo. Mi maestro, Pedro Gutiérrez, que no dejó de hacerlo hasta el final de su vida; otro, mi compañero en el periódico Hugo Durán, que nunca fumó, murió por cáncer en las vías respiratorias. Trabajaba en una pequeña oficina de fumadores. De las 250 sustancias dañinas del tabaco, 69 causan cáncer.
Visité en mi juventud el museo instalado en las calles de Donceles, de la Ciudad de México, donde, en frascos con formón aparecían pulmones de fumadores empedernidos. Negros y destruidos. En ese tiempo estaba seguro de que tres cajetillas, sesenta pitillos al día, no serían tan dañinos.
Un día, en una fiesta de quince años con la familia Gallardo-Cabiedes pronuncié: ¡Este es mi último cigarro y mi última borrachera! Disfruté como nunca había hecho mi pitillo y mi copa de vino. No me creyeron, cumplí. De eso hace 40 años.
Con el paso del tiempo se va uno dando cuenta de las buenas y malas decisiones en la vida. Tal vez –digo tal vez- si no hubiera fumado tanto, no sufriría una leve EPOC (enfermedad pulmonar obstructiva crónica) pero, si no lo hubiera dejado, no estarían soportando mis teclazos.

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