Diciembre 26, 2024
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La vida como es…

IMPULSO/ Octavio Raziel
Jeanne d’Arc
Han habido libros que han marcado mi vida, como también música que me remite a algunos momentos especiales de mi paso por este planeta.
Cuando cursaba el cuarto año, pregunté a mi madre, que era mi cuentacuentos de la noche:
– ¿Qué marcha están tocando?
– Es la Marcha Lorena, me respondió ella. ¿Recuerdas a Juana de Arco? ¿Recuerdas que te conté la historia de la Doncella de Orleans?

A lo largo de mi vida, he escuchado marchas mexicanas o extranjeras, pero la que mayor impresión me ha dejado en la memoria ha sido la Lorena. Imaginaba, de niño, ver marchar a la jovencita Juana con su armadura, su espada y portando un estandarte con la Flor de Lis, símbolo y sentido de pertenencia y hermandad entre sus compatriotas. Asaltando las murallas de los castillos en manos de los ingleses y logrando la victoria francesa. Fue muerta a los 18 años bajo las peores acusaciones y cuya inocencia tuvo que ser rehabilitada por la Iglesia en 1456 y canonizada por Benedicto XV en 1920.

Esta pequeña guerrera es el único mito medieval francés universal. Juana ascendió del pueblo hasta encarnarse hoy en día en el símbolo de la mujer luchadora y motivo de numerosas películas y obras de teatro. Ha sido inspiración de escritores como Voltaire, Paul Claudel o Víctor Hugo. Para los cinéfilos, no pasa inadvertida la cinta de Georges Mélies, una clásica rodada en 1900.

A lo largo de más de seis centurias de su natalicio (el seis de enero, Día de la Epifanía de 1412) ha demostrado que el tiempo fortalece su imagen. Fue calificada, en la ciudad donde vio la primera luz, Domrémy (noreste de Francia) como “la francesa más conocida, más respetada y más amada en el mundo entero; figura unificadora y símbolo de la resistencia y la identidad nacional”.

Se le ha recordado como la joven guerrera iletrada que, sin saber montar a caballo, se convirtió en la heroica amazona que, estandarte en mano, al frente de las tropas francesas logró la salvación de su patria.

Miles de plazas, monumentos e historias se tejen en torno a esa jovencita, considerada desde hace mucho como la guía espiritual de las chicas exploradoras; que luchó contra el poder de los hombres, de la religión y traspasó su tiempo. Su imagen ha sido estampada en quesos Camembert, medallitas, etiquetas de mostazas y vinagres. Todo la recuerda. Ha sido, también, inspiración de las más reacias feministas galas, las que han tomado su estandarte para “guerrear con ella” por los derechos de la mujer.

Evocaciones, no importa el tiempo, que nos traen unas notas musicales. Recupero de mi disco duro los acordes de la Marcha Lorena y, con ello, reconozco a las mujeres que con fe y con valor superan todos los obstáculos que significan la lucha de género.

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