Noviembre 18, 2024
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La vida como es…

IMPULSO/ Octavio Raziel
La bola de cristal (1)

Los profetas tecnócratas, ecónomos y apocalípticos tienen, cada quien, diferente bola de cristal, vayamos por partes.

Apenas estamos en la segunda década del siglo XXI y me pregunto qué legado dejo, qué sigue en un mundo donde la banalidad prevalece sobre la lucidez y el fascismo avanza a pasos acelerados hacia un sino fatal.

Los futurólogos, como el israelita Yuvai Noah Harari, pronostican mundos idílicos con seres humanos casi inmortales; Vivianne Forrester anuncia economías reales de empleadores, empleados, inempleables y desempleados; y San Compadre ve un provenir casi apocalíptico. Mundos donde unos cuantos disfrutarán de los logros de la ciencia y la tecnología, mientras que otros, miles de millones de seres humanos, desconocerán que podría haber alimentos suficientes, medicinas adecuadas y, sobre todo, un futuro mejor.

Silencioso, suave como la brisa, el fascismo ha acelerado el paso y se ha ido enquistando en la mente de los ciudadanos desplazando a la democracia que debatía programas y conceptos políticos, sociales y culturales. La política se ha convertido en un espectáculo de populistas que se han aupado en el pedestal de la soberbia.

La célebre expresión de Abraham Lincoln al término de la batalla de Gettysburg sobre la democracia como el Gobierno del pueblo por el pueblo y para el pueblo ha pasado a ser en la mayoría de los sistemas políticos (México, Estados Unidos o España, por poner ejemplos) el Gobierno de los ricos por los ricos y para los ricos. Son una plutocracia (Pluto, dios griego de la riqueza, y kratos, poder) la que viven y de donde no los vamos a sacar nunca. Peor aún, diría mi maestro y amigo José Rosovsky, es el Gobierno de los corruptos (que se hacen ricos) por los corruptos y para los corruptos…una kakistocracia (el Gobierno de los peores).

Por el momento no hay ningún partido que piense en el futuro de la humanidad; la política ha perdido la capacidad de tener visiones. Pero eso no importa pues lo que prevalecerá en las décadas futuras será la abstenciocracia; esto es, el poder sostenido por los ciudadanos que se abstienen de votar.

Estamos viviendo una guerra de intereses: los Clinton-Bush aliados de los petroleros que bajaron precios para reventar a Rusia, además de organizar (los Clinton) la actual guerra del Levante; y Trump, declarado aliado de los financieros, y lo más importante, de Israel, a quien prometió apoyar a Jerusalén como capital financiera y del mundo judío.

Como en los tiempos hitlerianos los medios están al servicio de unos cuantos que atajan cualquier tipo de ideas y razonamientos profundos a la hora de ejercer el voto. Ellos impiden que “se hable, salvo para demonizarlos, de marxismo, anarquismo, de izquierdas o derechas: que solo se ‘tuitee’ con un mínimo puñado de palabras estúpidas y vulgares, de descalificaciones burdas al contrario y la asunción de eslóganes tan falsos de ideas como mendaces” como escribiría el pensador Andrés Sorel.

Las redes sociales han sido un retroceso en las comunicaciones humanas que unen sólo a seres no pensantes. Tuiteo, luego existo.

Pero no sólo nos amenaza ese fascismo rabioso, al mundo le esperan muchos cambios a 10, 20 ó 30 años

Cuando termines de leer esta reseña, millones de tus datos se habrán acumulado en el enorme almohadón de cabecera que utiliza el Gran Hermano.

Todo lo que hubieras querido saber sobre tu vida, edad, intereses, cambios en tus hábitos de consumo, movimientos en tus tarjetas de crédito, antecedentes familiares, enfermedades y diagnósticos, adicciones y costumbres, aparecen ya en tu récord del Big Data. Todos tus datos privados llegan a empresas o mercados que saben más de ti que tú mismo. Conocerán seguramente del embarazo de una chica antes que el Predictor y la funeraria preparará tu funeral sabiendo cuándo te llegará la hora.

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