Octubre 7, 2024
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La vida como es…

IMPULSO/ De Octavio Raziel

 Enemigos pequeños

 El hombre moderno ha perdido el temor a la peste; la peor, la de los políticos, la soporta bastante bien, por cierto. Atrás quedaron la peste negra de 1348 o la de

influenza española de 1918 que costaron millones de vidas. Él escucha sobre el Sida y se consuela en que ya está controlado y que sólo le pegaba a cierto sector social; y sobre el Ébola, está por África, muy lejos de él y ya encontrarán la cura o la vacuna.

Todas las pestes o epidemias han traído muertes, pero también héroes anónimos. Recuerdo mis pláticas con mi maravillosa abuelastra, doña Cristina Kurczyn sobre mi abuelo Octavio y mi tío abuelo Gustavo García Montiel, nietos del general Montiel, héroe de la Reforma e hijos de Aurelio García, empresario coahuilense.

Durante el Porfiriato llegaron a México las seis enfermedades de cuarentena: el cólera, la peste bubónica, la fiebre amarilla, la viruela, el tifo y la fiebre recurrente. Con el nacimiento del siglo XX hizo su arribo a San Pedro de las Colonias, en Coahuila, la peste bubónica que mermó drásticamente la población de la región. Octavio –mi abuelo- y Rosita, su hermana, de 16 y 14 años respectivamente, fueron enviados a Cuernavaca, Morelos, para protegerlos; pero la chica murió a los pocos días. Gustavo, el tío abuelo, el médico, optó por mantenerse allí pues, según expresó, su lugar estaba al lado de sus enfermos. Como era de esperarse, murió contagiado. De los héroes desconocidos de cada familia o pueblo.

Lo anterior borda alrededor de las enfermeras que han quedado al cuidado de un hospital africano con más de 50 infectados con el agresivo virus Ébola. El demás personal, médicos y misioneras católicas, han muerto o fueron enviados a otros hospitales. El ejército impide el escape de los enfermos, pero también el de las trabajadoras de la salud que sólo saldrán con los pies por delante.

En los hospitales de África, ruinosos, abarrotados y mal abastecidos, médicos, enfermeras y misioneras católicas se dedican a cuidar abnegadamente a los infectados arrostrando el riesgo de contraer el terrible virus; cosa que sucede a menudo. Son gente preparada que podría trabajar con pingües emolumentos en lujosos consultorios en París o Nueva York, pero arriesgan su vida para luchar contra esta epidemia –que junto con el VIH suponese creadas para la guerra bacteriológica- que mata de manera horrible. 

En diciembre de 2,000, el doctor ugandés Matrhew Lukwiya fue, probablemente, el primer médico que falleció contagiado mientras luchaba contra este terrible mal. Enfermeras y enfermeros hubo otros, antes; mártires con nombre, pero sin más referencias. 

Estos guerreros no sólo salvan literalmente miles de vidas y dificultan el avance de esta pesadilla, sino que, además, con su ejemplo, convierten el mundo en un lugar habitable.

Como en el siglo pasado con la grandeza del modesto médico de Coahuila, Gustavo García Montiel, y la de los que hoy se enfrentan a los modernos virus –creados o no- encontramos el contrapeso que nos devuelve la esperanza en el ser humano.

Según la OMS ocho son las enfermedades que amagan con convertirse en epidemias catastróficas: Ébola, SARS, MERS, marburgo, fiebre hemorrágica de Crimea-Congo (que por cierto resurgió la semana pasada en España), la fiebre de Lassa, la fiebre del Valle de Rift y el virus de Nipah. En los países latinoamericanos, especialmente en México, han aparecido tantos casos de Chikunguya, dengue, zica y ahora el mayaro, que las autoridades dejaron de llevar estadísticas de su presencia. En febrero pasado fui contagiado por el Chikunguya y los médicos me pronostican que el virus desaparece en 21 meses. Voy por menos. 

Según advierten expertos en Londres, la principal amenaza para la humanidad será una pandemia de influenza de pronóstico reservado. 

Lo irónico es que los más grandes enemigos del hombre terminarán siendo los seres más pequeños.

: Durante el Porfiriato llegaron a México las seis enfermedades de cuarentena: el cólera, la peste bubónica, la fiebre amarilla, la viruela, el tifo y la fiebre recurrente.