IMPULSO/ Octavio Raziel
Alcachofas
Vemos a un hombre maduro que persigue a las muchachas y nos remitimos al epíteto de viejo rabo-verde, cuando deberíamos aceptar que, en la pasión, no se envejece.
La Academia de la Lengua, en su diccionario, condena al hombre mayor que conserva inclinaciones galantes o apetitos carnales impropios de su edad. Sin embargo, hace algunos siglos se consideraba a este tipo de personas como seres con vigor y lozanía, y en el latín vulgar se decía que viridis a vigore (verde es vigor)
En los países hispanos se le ha dado una connotación obscena, lúbrica, lujuriosa a lo de viejo rabo-verde, mientras que entre los italianos y franceses el término conserva aún un sentido favorable, sabiendo que los amores seniles son más intensos. No importa la edad, siempre habrá tiempo de remozarse, de tomar nuevos bríos: prometerse y prometer, con desprendido amor en entrega total.
Pero esa diferencia de edad entre esos enamorados, como en el caso del desdichado Otelo, de Shakespeare o el menos atribulado Humbert, de Nabokov, trae como consecuencia los celos o apasionamientos de una parte y la envidia de los observantes; baste recordar al gran Goethe, un hombre de talento universal que, además de ser uno de los mejores escritores de la historia, perdió por completo su lucidísima cabeza a los 82 años por Ulrike, una muchacha de 19.
El amor en la vejez es algo muy común. Aunque habrá que aclarar que generalmente se sobrelleva de manera silenciosa y platónicamente, no arrebatada como en la juventud. Muchos ancianos y ancianas han estado, secretamente, enamorados de sus médicos, enfermeras, de un vecino, sin que por ello se llegue al pecaminoso clímax sexual.
Así, debemos aceptar que es maravilloso constatar que, cuando todo decae y todo se hunde, sigue habiendo, dentro de uno, un adolescente emocionado e irreductible.
Don Susanito Peñafiel y Somellera, interpretado por Joaquín Pardavé, o Cruz Treviño de la Garza, con don Fernando Soler, fueron ejemplos clásicos en el cine mexicano del hombre maduro que persigue a las chicas.
Ahora, en el caso de las mujeres, cuál será el calificativo para aquellas que persiguen a los jovencitos. Acaso podría ser el de alcachofas
Hoy, el género femenino dejó de sentirse atraído por los hombres maduros, con canas en sus sienes y la cacareada experiencia. Buscan juventud, amigos, novios y hasta esposos varios años menores que ellas.
Reconozco que una mujer de más edad posee mayores atractivos emocionales e intelectuales, es más agradecida y menos exigente, discreta; esto sin contar lo bien que hoy se conservan.
Así, nos enteramos que la señora Iris Robinson, de casi 60 años, esposa del ex primer ministro de Irlanda del Norte, Peter Robinson, se ligó con Kirk McCambley, de sólo 19 años. La señora, devotísima cristiana protestante y miembro del tabernáculo metropolitano de Belfast, es furibunda enemiga del homosexualismo y de la desviación de las buenas costumbres; pero al final, cayó en la tentación de la carne fresca. La dama le entregó muchos miles de euros (de los cuales tomó su diez por ciento de comisión, of course) para que el chico montara un lujoso café bar, hasta que, tarde que temprano, su aventura salió a flote.
El caso recuerda la película El Graduado (1967) en la que el protagonista, interpretado por Dustin Hoffman, se liga con una mujer 40 años mayor; o la titulada Morir de amor, con la misma temática. No podría faltar la señora Carmen Romano de López Portillo, de quien se dijo que no dejó ir guardia del estado mayor impoluto.