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Ciudad de México
Itzel Santiago Cortés protagonizó el clímax del ideal de la educación inclusiva: es la primera mujer invidente de la Facultad de Música (FaM) de la UNAM que obtuvo la licenciatura en Piano (en 2014, en la entonces Escuela Nacional de Música), y ahora logró el título de maestra en Música, en el campo de Educación Musical, avalado por la FaM, el Instituto de Investigaciones Antropológicas (IIA) y el Centro de Ciencias Aplicadas y Desarrollo Tecnológico (CCADET).
En el Aula D-307 de la Unidad de Posgrado de esta casa de estudios, Itzel tuvo a su favor no sólo su desempeño, sino su investigación interdisciplinaria, en la que propone la instrucción musical para personas con discapacidad visual desde una perspectiva social y de derechos humanos.
Con su trabajo recepcional: “El quehacer docente en el proceso de enseñanza-aprendizaje para la inclusión de los estudiantes con discapacidad visual: un estudio de caso en la Facultad de Música de la UNAM”, aborda la educación inclusiva como medio para ejercer otras prerrogativas.
Tras casi 150 minutos frente a un jurado de cinco especialistas, y una veintena de asistentes, entre los que se encontraban dos músicos en su misma condición, obtuvo el título con mención honorífica y fue postulada para la Medalla Alfonso Caso, máximo reconocimiento en posgrado de la Universidad Nacional.
“Las licenciaturas vinculadas con la en música son complicadas porque hay que comprar el instrumento, pero estudiar en condición de discapacidad es doblemente complejo, porque estamos en desventaja. Además, la música te hace comprender que lo difícil son las barreras del entorno y las actitudes sociales, por eso decidí hacer una investigación relacionada con este tema”, dijo.
Educación inclusiva
Para su investigación, Itzel entrevistó a dos estudiantes y cuatro egresados de la FaM con discapacidad visual, así como a 30 docentes.
Las conclusiones arrojaron que “deben abrirse incondicionalmente las puertas de las escuelas públicas a niños y jóvenes malentendidos como ‘diferentes’, resolver las barreras de accesibilidad a la educación superior y atender la falta de materiales específicos, equipo y software especializado, con personal capacitado para su uso.
“Debe lograrse que el lenguaje del derecho se haga práctico, que el docente construya un aula inclusiva, aunque la inclusión compete a toda la comunidad y es un indicador de calidad educativa”, subrayó.
Frente a sus sinodales, la universitaria hizo una presentación “convencional” de un examen de grado. Desplegó electrónicamente imágenes y gráficas que logró con un lector auditivo de pantalla, por lo que se colocó un audífono.
Manipuló sin asistencia la computadora y se apoyó en sus mnemotecnias o “acordeón”, del tamaño de fichas de trabajo, pero escritas en el sistema Braille; el jurado y los asistentes no las veían, pero ella las leía con las yemas de los dedos.
A punto de la resolución del jurado, la cromática de los ojos de Itzel está intacta, como un par de aceitunas que cruzan el futuro con un objetivo: el doctorado, sin dejar de lado a la niña que recibió de regalo un pequeño piano de juguete, y que ahora evoca escenofonías impresionistas con Maurice Ravel, su compositor favorito.