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La transparencia no tiene género

IMPULSO/Ximena Puente de la Mora

Los beneficios de la transparencia son evidentes en campos como el científico, el periodístico o el académico. Otro en donde también deben figurar es en el del combate a la inequidad social. En ese sentido, un grupo de la sociedad que vive aún en condiciones de desventaja es el de las mujeres.

Las brechas en cuestión de género deben acortarse con políticas públicas y conciencia social. Para que existan las primeras y conlleven a mayor eficacia y eficiencia en los resultados es conveniente que vayan acompañadas forzosamente de acciones de transparencia, unidas a una puntual rendición de cuentas a la sociedad. De no ser así, la realidad se puede esconder detrás de demagogias o incluso de buenas intenciones mal ejecutadas.

Por otra parte, para lograr la conciencia social y acortar tiempos de implementación de políticas, resultan favorables los ejercicios de gobierno abierto y transparencia proactiva, asimismo, la exigencia y vigilancia social. Esto último es clave, entre otras cosas, para visibilizar las brechas de género en lo laboral, lo político y el ejercicio de los derechos humanos.

Cuando la sociedad exige su derecho de acceso a la información propulsa otros derechos, de los cuales las instituciones debemos asumirnos como catalizadores positivos. Ilustra lo anterior el caso de una persona que recientemente solicitó los informes sombra que existieran en relación a las posibles emisiones de alerta de violencia de género en estados y municipios. Con la intervención del Inai, se recordó una lección importante: las instituciones estamos obligadas a entregar no sólo la información que generamos, sino también toda aquella que obre de alguna forma en nuestros archivos. Y más allá, comprender y apoyar a esa sociedad que quiere conocer, que necesita saber acerca de temas tan sensibles como ese.

Aunque la inequidad subsiste y se puede atribuir a problemas estructurales que debilitan la consolidación democrática y el desarrollo social, hay campos en los que, con afán y unión se ha avanzado. Según un reporte de Parametría, el Banco Mundial da cuenta de que en los últimos 10 años la representación de las mujeres en los parlamentos en el mundo ha crecido casi 13 puntos porcentuales, aun así, apenas ha alcanzado el 23%. México, gracias a las reformas de los últimos años, casi dobla esa cifra logrando una representación de 42% en las tareas legislativas. No obstante, al contrastar esto con las 7 mujeres gobernadoras que ha tenido el país en toda su historia —y sólo una actualmente—, o con que de acuerdo con la OCDE, 60% de las mujeres que trabajan en México se desenvuelven en el sector informal, es claro que aún hay mucho que hacer.

Cuando hablo de inequidad de oportunidades no emito juicios de valor en relación a si es mejor o peor el desempeño de hombres o de mujeres. Lo hago así puesto que esta es una lucha de todos para un propósito mayor: el beneficio general, y eso solo se logrará cuando se trastoquen las dinámicas sociales existentes. Por eso es conveniente exigir transparencia en las cuatro direcciones que sugiere el profesor David Heald en toda organización: hacia arriba, cuando las autoridades pueden ver lo que hacen los subordinados; hacia abajo, cuando los subordinados pueden obtener información de sus superiores; hacia afuera, cuando se puede observar y comprender lo que sucede en el contexto social y cultural; y hacia adentro, cuando la sociedad entera puede ver lo que sucede en sus instituciones.

La transparencia visibiliza la inequidad de género, también los logros, presiona a las autoridades a abrir los ojos, a evitar la secrecía o los nocivos convencionalismos y estereotipos, enriquece el debate. En otras palabras, empodera a la sociedad y, en ese sentido, fortalece la democracia y debilita a la burocracia. Twitter: @XimenaPuente

Dato
Son muchos los campos en los que la equidad de género debe avanzar, por lo pronto, existe ya una visión global.

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