Noviembre 4, 2024
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La sabiduría de Ortega y Gasset ante la consulta

IMPULSO/Óscar Mario Beteta

Artículo

“No se puede mandar contra la opinión pública”, sentenció categóricamente José Ortega y Gasset, en su libro La Rebelión de las Masas, hace casi un siglo. Hoy que está en curso la consulta para decidir dónde se construirá el Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, este ejercicio parece estar en esa línea; empero, cabe hacer algunas consideraciones rígidamente apegadas a lo que, en la visión del gran filósofo español, es la opinión pública. Dice: “El mando es el ejercicio normal de la autoridad. El cual se funda siempre en la opinión pública… Jamás ha mandado nadie en la tierra nutriendo su mando esencialmente de otra cosa que de la opinión pública”. Con una aguda percepción sobre lo que quizá es el factor más fuerte, constante e infalible como contrapeso del poder político, continúa: “La opinión pública es la fuerza radical que en las sociedades humanas produce el fenómeno de mandar, (eso) es cosa tan antigua y perenne como el hombre mismo”.

Para no dejar lugar a ninguna duda, subraya: “…la ley de la opinión pública es la gravitación universal de la historia política”. En la misma vertiente que otro gran pensador, David Hume, quien escribió hace siglo y medio, hace notar que “el tema de la historia consiste en demostrar cómo la soberanía de la opinión pública, lejos de ser una aspiración utópica, es lo que ha pesado siempre y a toda hora en las sociedades humanas”. “…no se manda con los jenízaros”, puntualiza Ortega y Gasset. Y baste recordar por qué: estos, eran violentas tropas de soldados turcos, con alto nivel de entrenamiento, encargados de la custodia y salvaguarda del sultán otomano. Y lo que menos cabe en una democracia es la fuerza como método de gobierno. Hay expresiones de ese tipo que no necesariamente implican la violencia clásica relacionada con las armas

El pasaje en el que rememora al político francés, Talleyrand, con lo que dijo a Napoleón, sigue y debe seguir siendo una lección y una realidad que ningún gobernante, por poderoso y popular que sea, debe desestimar: “Con las bayonetas, sire, se puede hacer todo, menos una cosa: sentarse sobre ellas”. Porque “…mandar —agrega el español— no es gesto de arrebatar el poder, sino tranquilo ejercicio de él. En suma, mandar es sentarse, (así sea en) trono, silla, curul, banco azul, poltrona magisterial, sede. Contra lo que una óptica folletinesca supone, el mandar no es tanto cuestión de puños como de posaderas.

El Estado es, en definitiva, el estado de la opinión: una situación de equilibrio, de estática”. Sobre la construcción de la nueva terminal en la capital del país se han expresado infinidad de opiniones; la mayoría de ellas, expuestas por técnicos, especialistas, instituciones, actores y factores de influencia alrededor de esa obra. Pero el peso de ese conocimiento, la experiencia y el estudio de todos los ámbitos que involucran a la nueva sede aeroportuaria, ha sido soslayado. A esas opiniones, que quizá forman unanimidad y que se inclinan porque se concluya el aeropuerto de Texcoco, se sobrepuso una decisión unipersonal. Todos los argumentos fueron ignorados. Sobre estos, se habría podido decidir, en vez de complejizar y conflictuar el asunto.

José Ortega y Gasset recuerda: “Sin opiniones, la convivencia humana sería el caos; menos aún, la nada histórica”.

Empero, para el caso del NAIM, hay que subrayar que esas opiniones deben ser fundadas por la alta especialización que implica. No se pueden tener inclinaciones a decidir “junto” con la población, cuando sólo se incluye a unos cuantos miles que, además, no tienen ningún fundamento para “votar” por Texcoco o por Santa Lucía. Nadie podría estar en contra de que en la toma de decisiones se considere el parecer de la sociedad, pero en el ejercicio que arrancó ayer, esa “sociedad” es microscópica, en relación con la totalidad de la población nacional. Los gobernantes son elegidos para que decidan. Y los que pronto entrarán en funciones, no pueden ni deben hacer que esa facultad descanse en una pequeña parte de la ciudadanía; menos, si es mayoritariamente de su partido. Después de ganar como lo hizo el presidente electo, ni siquiera lo necesitaba.