IMPULSO/ Abida Ventura
Toluca
En 2007, cuando Barack Obama comenzaba su campaña presidencial, que auguraba una etapa esperanzadora para ese país, en la que parecía que el racismo quedaría sepultado en el pasado, el historiador mexicano Juan Manuel Aurrecoechea se encontró en la Universidad de Texas, en Austin, un valioso acervo de cartones políticos que ilustraban la manera en que los principales periódicos de Estados Unidos dibujaron a México y a su población durante la Revolución Mexicana.
El mexicano vestido de charro, salvaje, violento, borracho y sucio, un país de caudillos sin ambiciones más que matarse entre ellos mismos, México como el vecino revoltoso que atentaba contra los intereses de Estados Unidos, al que el “Tío Sam” necesitaba corregir, eran algunas de las imágenes que se repetían en esos cartones que tanto llamaron su atención.
Atraído por el tema, el historiador se avocó desde entonces a documentar y a analizar ese acervo iconográfico que ha ido sacando a la luz poco a poco. Una parte de ese trabajo se publica ahora en su libro Imperio, Revolución y caricaturas.
El México bárbaro de John T. McCutcheon, que reúne más de 70 caricaturas realizadas por este cartonista, periodista y corresponsal de guerra, quien, a través de sus cartones políticos, pintó a la Revolución Mexicana como “la insurrección de los bárbaros”, un discurso en el que, explica el investigador, el principal protagonista no era ni Villa ni Zapata ni Carranza, sino el “Tío Sam”, como el espíritu estadounidense que debía aplacar a los mexicanos revoltosos, gente cruel, violenta, sin ninguna idea del progreso.
Lo que Aurrecoechea no pensó es que esas imágenes cobrarían tanta vigencia después de la publicación del libro.
“Desde la campaña de Trump, este discurso renace y se vuelve importantísimo. Es como si estas imágenes hubieran estado dormidas en la memoria norteamericana y despertaran ahora. Nos hacen pensar que, en realidad, siempre estuvieron en la memoria y en el imaginario estadounidense esa idea de su supuesta superioridad como civilización, como emprendedores del progreso”, señala en entrevista.
Ese discurso de “superioridad estadounidense y de inferioridad de los mexicanos” durante la Revolución ocupó las primeras planas de diversos periódicos norteamericanos como “The Chicago Tribune”, donde McCutcheon colaboraba.
Hacia los años 30, explica el investigador, con la llegada de Franklin D. Roosevelt al poder y su política de buena vecindad con América Latina, esas imágenes “abiertamente racistas e intervencionistas” desaparecieron del discurso oficial norteamericano y de la prensa.
Sin embargo, sostiene el historiador, esas imágenes no sólo se quedaron en el cartón político, “pasaron a la historieta, al cine, a todo tipo de discursos que van construyendo ese imaginario y esa idea que hoy está claramente expresada no sólo en el discurso de Trump, sino en el de los 63 millones de ciudadanos que votaron por él y están convencidos de esa imagen de México”.
De corresponsal de guerra a decano del dibujo político. Descrito como un cartonista que retrató la vida rural del Medio Oeste con simpatía y humor, John T. McCutcheon fue durante la Revolución Mexicana uno de los periodistas que a través de sus dibujos apoyaba la intervención estadounidense en México.
“Él tenía una posición en el Partido Republicano, no del sector más conservador, sino de un sector medio, informado, con una posición proclive a los intereses norteamericanos, muy racista, intervencionista, que pensaba que Estados Unidos tenía que intervenir para arreglar las cosas en México”, refiere Aurrecoechea.
Como corresponsal de guerra, McCutcheon fue uno de los dos periodistas que en 1898 estuvieron en la batalla de la Bahía de Manila, cuando la marina de EE.UU. derrotó a los españoles en ese territorio y acompañó a las tropas estadounidenses que invadieron Veracruz en 1914. Desde “The Chicago Tribune”, el cartonista exigía a su Gobierno una posición enérgica hacia México.
En uno de sus cartones, titulado “Uncle Sam’s Reform School” (La correccional del Tío Sam), publicado en 1916, el personaje icónico de esa nación norteamericana es un maestro que porta en la mano una vara de mimbre con la que corregirá a los alumnos mal portados. Como niños perfectamente sentados y atentos aparecen en fila Filipinas, Cuba, Haití, Nicaragua, pero el que representa a México es un hombre vestido de charro, con una botella en mano y un revolver que dispara al aire. Detrás, el “Tío Sam” se pregunta por qué no ponerlo en orden con la vara. Esa imagen, explica el historiador, “refleja esa idea de que cuando ciertos países son intervenidos por Estados Unidos se vuelven niños bien portados, pero cuando no, siguen siendo unos salvajes ingobernables”.
En otro de sus cartones, publicado en 1911, mientras las fuerzas maderistas sitiaban Ciudad Juárez y la frontera norte del país era custodiada por soldados estadounidenses, el Congreso de EE.UU. aprobó un tratado de reciprocidad con Canadá que le otorgaba tarifas preferenciales a la importación de sus productos. Ese cartón, titulado “Our neighbors” (Nuestros vecinos), muestra una vez más al representante de la nación norteamericana entregándole un ramo de flores a una mujer que representa Canadá, mientras apunta con un arma a un charro cabizbajo del lado sur de su frontera.
Ese cartón, dice el investigador, alude a la manera en que Estados Unidos pretende “poner en su lugar a los tres países de Norteamérica”.
Caricaturista “eficaz, hábil y claro en su dibujo”, McCutcheon se convirtió después en uno de los decanos del cartón político en EE.UU. Sobre la Revolución Mexicana, dibujó cerca de 200 caricaturas entre 1911 y 1923, en la mayoría de ellas, explica Aurrecoechea, prevalece ese discurso intervencionista que ya está presente en la prensa norteamericana desde el siglo XIX con la guerra de 1846, por ejemplo. “Sus caricaturas son parecidas a las que hicieron los norteamericanos sobre Cuba, Filipinas e intervenciones anteriores; ya desde entonces pintan a los latinos de esta manera: ‘El Tío Sam’ y los personajes norteamericanos son enormes, limpios, mientras que los mexicanos o latinos somos chiquitos. Y si se rastrea más allá, esas imágenes son herencia del colonialismo inglés, europeo, que así pintó a los africanos y asiáticos”.
La manera en que los cartonistas de Estados Unidos han dibujado a los países latinoamericanos en diversos momentos de la historia es uno de los proyectos en los que actualmente se ocupa el investigador. También trabaja en otro libro que abordará la Revolución Mexicana vista por diversos caricaturistas de Estados Unidos.