Noviembre 23, 2024
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La forma es al fondo como el crecimiento al desarrollo

IMPULSO/ José Rubinstein
Si en política -y en todo- forma y fondo van de la mano, resulta indispensable preservar la primera para no afectar la segunda. En el actual proceso transformativo parece no haber cabida para la capacidad de asombro, las formas se desvirtúan, desfigurando al fondo.
Inusitado que un presidente de la República literalmente envíe a la delincuencia al carajo, con fuchis y guácalas. Inusitado que el presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados, desde la tribuna mande textualmente a chingar a su madre a sus compañeros diputados. Inusitado que el subdelegado del ISSSTE en Michoacán se refiera públicamente a “pirujas” y “nalguitas”. Es así como las formas se deforman. No obstante, la política predicadora de AMLO funciona y funciona bien, el oyente se identifica con los agravios y reclamos invocados por el orador, sintiéndose plenamente representado por la figura de un providencial líder justiciero. ¿Qué puede resultar más contundente que la ayuda monetaria como herramienta de consumo para las clases más necesitadas? El presente régimen ha eliminado 18 de los 150 programas sociales federales, sustituyéndolos con 14 de nueva creación.
Una mañana sí y la otra también, AMLO, concesionario sexenal del micrófono oficial, se va contra los conservadores y los neoliberales quienes a lo largo de 36 años se dedicaron a saquear al país, corruptos y aprovechados repartidores de contratos sin ton ni son, mentalidades autoritarias que arrasaron por la fuerza. Pregunto: ¿Nada positivo aportaron los últimos 6 gobiernos al país? ¿Todo fue mala leche, incompetencia y ambición desmedida? ¿Nosotros -usted y yo- nos sabíamos conservadores? ¿Lo fuimos? ¿Somos entonces malos mexicanos? ¿Y si dentro de 6 años el nuevo Mesías nos acusa de haberla regado por sumarnos a la 4T? ¿Por qué para elogiarse a uno mismo, es imperioso desacreditar a terceras personas? Por lo pronto, López Obrador desdeña a la desmoralizada y desorganizada oposición -tiene razón-, tocando madera para que los conservadores no regresen al poder en 2024, y si así ocurriera, no hubiera marcha atrás, ya que estarían establecidos los controles para obstaculizar el reincidir con viejas mañas.
El desdén con que continuamente el Ejecutivo se refiere a sus adversarios, denota rencores acumulados, resentimientos guardados y hasta un probable ánimo de desquite. Un jefe de Estado pugna por tener el mínimo posible de adversarios, conciliando y convenciendo, evitando innecesarias confrontaciones verbales, absteniéndose de aplicar apodos y apelativos.
AMLO en su sincero afán por abatir la incontenible inseguridad y la enraizada corrupción, desafíos primordiales a encarar, ha llegado a utilizar la meritoria ascendencia moral alcanzada entre sus adeptos, para sermonear públicamente a aquellos que “se portan mal”. Sin embargo, hasta donde es factible, máxime en un Estado laico, diluir lo legal con lo moral. Al infractor de normas éticas se le puede amonestar, pero hasta allí, y en caso de intervenir alguna autoridad, sería la espiritual y la sanción sería del alma.
La fórmula para afrontar los retos que como país nos sobran, es una sola: crecer. El falso debate entre desarrollo y crecimiento, es semántica pura. Sin crecimiento no hay desarrollo, punto. Del otro lado de la barra se veía fácil remontar el precario crecimiento anual de las últimas décadas, del 2% del PIB, llevándolo al doble. Sin comentarios: cerraremos el 2019 prácticamente con cero crecimiento.
Hagamos de lado los calificativos, conservadores, neoliberales o liberales; lo importante es crecer, el desarrollo será la consecuencia natural.

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