IMPULSO/ Jorge A. Chávez Presa
Si esta administración ha sobresalido en algo, es en el manejo y control de la caja del sector público federal. Las cifras del Informe mensual de las finanzas públicas a agosto de 2019 así lo indican.
En el agregado destaca la recomposición del gasto público más que los recortes, en un entorno donde el debilitamiento de las actividades económicas se ha reflejado en una menor recaudación a la esperada. Vayamos por partes y veamos los resultados a partir del déficit público, el incremento en el balance primario (diferencia entre los ingresos y los gastos diferentes a las amortizaciones y costos financiero de la deuda), los ingresos públicos y el gasto público.
En los primeros ocho meses de este año, el sector público federal obtuvo un déficit (total de ingresos menos total de gastos sin incluir amortizaciones) de casi 169 mil millones de pesos (mmp), menor en casi 70 mmp al observado en 2018. Recordemos que el sector público federal comprende tanto al gobierno federal que incluye a la administración pública federal centralizada, poderes y órganos autónomos, como a organismos públicos descentralizados de control directo y empresas productivas de Estado. Esto es muy significativo, pues han transcurrido dos tercios del año y la actual administración sólo ha ejercido menos de la mitad del endeudamiento autorizado por el Congreso de la Unión. Y ha sido la administración pública federal la que ha contribuido a ese reducido endeudamiento.
El balance primario es la medida más indicativa del control de las finanzas públicas, al reflejar la capacidad de generar ingresos y mantener a raya el gasto público diferente al relacionado con deuda pública. El sector público federal obtuvo un superávit primario impresionante: poco más de 255 mmp, superior en más de 105 mmp al registrado en el mismo período de 2018. Aquí fueron las finanzas tanto del gobierno federal como las de las entidades paraestatales las que lo explican.
Los ingresos presupuestarios del sector público, pese a la caída en términos reales, consecuencia de los menores precios del petróleo y menor producción petrolera a lo previsto, fueron mayores en términos nominales. Los ingresos del gobierno federal obtenidos por impuestos superaron la debilidad de la economía, al crecer 2.5% con respecto a los de 2018, gracias al IEPS de combustibles. Este impuesto salvó el resultado y fue el que más contribuyó al superávit primario, que además compensó las caídas de la recaudación del IVA y del ISR. El IMSS, ISSSTE y CFE tuvieron un buen desempeño en generar ingresos, no fue así el caso de Pemex cuyos ingresos presupuestarios fueron 18.5% en términos reales menores a los del mismo lapso de 2018.
En cuanto al gasto público, el gasto programable del gobierno federal fue menor en casi 26.4 mmp al del año anterior. Proporcionalmente fueron los entes autónomos (legislativo, judicial, INE, comisiones autónomas) los que más contribuyeron a esta reducción, pues tan sólo éstos erogaron menos recursos por poco más de 10 mmp. Los restantes 16 mmp menos provienen de los drásticos recortes a las dependencias de la administración pública centralizada para acomodar las promesas de campaña administradas por la Secretaría del Bienestar y la de Energía. Las fuertes reducciones de gasto se ubican en la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural, seguida por la de Comunicaciones y Transportes, sin contar Segob dada la creación de la Secretaría de Seguridad Pública.
En breve, los ingresos por IEPS fueron la estrella del superávit primario. No obstante, la férrea disciplina fiscal se logró también por la recomposición del gasto, pues los recursos destinados a la inversión y a proveer servicios públicos cedieron espacio a las transferencias.
Twitter: @jchavezpresa