Manuel
Gil Antón
Mienten. Saben que en la opinión pública se ha instalado la idea que, por
primera vez, gracias al T-MEC y las reformas legales que suscitó, las
elecciones en el Sindicato Nacional de los Trabajadores de la Educación, para
renovar a las dirigencias en sus Secciones a lo largo del país, serán
democráticas. Se afirma que todas las personas integrantes del magisterio,
acreditadas, podrán votar de manera libre, directa, universal y secreta para
elegir a la planilla que conducirá a la estructura sindical a la que
pertenecen. Esto se estipula en el Reglamento para la Elección de las
Directivas Seccionales del SNTE, que el Comité Ejecutivo Nacional ha elaborado.
¿Será? Sí. Y aunque parezca paradójico, a pesar de este proceder, la elección
de los dirigentes de las secciones no cumplirá con las condiciones necesarias
para ser, en toda la extensión de la palabra, cabalmente democrática. Se trata
de una maniobra: “hágase que el proceso electoral ‘parezca’ democrático,
sin serlo, de tal manera que junto a la legitimidad publicitada, podamos seguir
imponiendo a leales y serviles integrantes, fieles a la dirigencia nacional,
como ha sucedido antes y siempre”.
¿Cómo es posible que, si hay votación universal, directa y secreta, la elección
de las dirigencias seccionales no sea democrática? A través de incumplir otras
condiciones, necesarias, para que el proceso así lo sea: en primer lugar,
haciendo libre el voto, pero anular esta característica al condicionar de
manera absurda la posibilidad de ser votado. “Puedes votar, compañero, con
toda libertad, pero sólo por las planillas que nosotros aprobemos de acuerdo a
las condiciones imposibles que, sin consulta, hemos establecido”. Si a la
libertad de votar no le acompaña la posibilidad de ser votado, se trata de una
farsa, pues los sufragios estarán condicionados por las opciones que la
autoridad considere –de manera arbitraria– legales.
En segundo lugar, porque el órgano que conduce y vigila el proceso electivo no
es independiente de los dirigentes nacionales: el árbitro no será, como dice el
profesor Noel García en el excelente análisis que publicó en el portal
Educación Futura, “una instancia imparcial y confiable que organice y
califique la elección, (ni se llevará a cabo) con la equidad en las condiciones
de competencia entre personas o planillas para ocupar cargos de
representación”.
Además, el Reglamento de marras se establece, con toda claridad, para regular
procesos de elección “cuando existan circunstancias especiales”, dado
que el Estatuto (superior en la jerarquía legal del sindicato) indica que los
procesos de selección de dirigentes, en el nivel nacional y local, se harán
mediante el mecanismo tradicional de delegados; en consecuencia, el Reglamento
Electoral en proceso de validación por el Tribunal Laboral, “debería”
ser coherente con el Estatuto. ¿Qué hacer en este caso? O bien modificar el
Estatuto, o emplear, como orientación superior y de manera supletoria, a la Ley
Federal del Trabajo que mandata que las elecciones, en todas las organizaciones
sindicales, sean democráticas con todas las condiciones que este concepto
implica.
En síntesis, si el Tribunal no repara en estas circunstancias, y aprueba el
Reglamento, tendremos, bajo la fachada de una elección libre del magisterio,
una mascarada: votantes “libres” de votar por quien decidan, y solo
por los que decidan con triquiñuelas quienes han usurpado la democracia
sindical durante décadas, en procesos en que el árbitro está más que vendido y,
por ende, la competencia no es real. Es preciso denunciar este atropello y
exigir, a las autoridades laborales, que no autoricen lo que, a todas luces, es
más, y más, de lo mismo. No se vale.