IMPULSO/ Agencia SUN
Ciudad de México
Aunque Pedro Reyes es “ante todo un escultor”, en la escultura no se agota su obra: es también dibujante, realizador de teatro, productor y activista. De ahí la definición que hace de sí mismo: “Un artista con personalidad múltiple”.
Nacido en la Ciudad de México en 1972, formado como arquitecto en la Universidad Iberoamericana, Reyes es uno de los protagonistas de la escultura contemporánea en México, un arte que estudia, defiende, investiga, promueve y con el cual experimenta.
A partir de la escultura sostiene un diálogo con la historia del arte —tiene obras que hacen referencia a Picasso y Giacometti, pero también a las Cyclades—. Disfruta la oportunidad que le da este arte para integrar técnicas de hace cinco mil años, con soluciones y elementos e ideas de hoy. Ejemplos de su trabajo reflejan el gusto por conocer y dominar técnicas muy distintas, y vincularlas con un fin social: como las piezas de la serie Disarm, que presentó en 2012 y que fueron hechas a partir de armas decomisadas y transformadas en instrumentos musicales; o como algunas recientes, en concreto, de mujeres que protestan con lo cual reflexiona, por una parte, en un nuevo agente social, el que protesta y, por otra, en el cuerpo femenino en la escultura: “Esa presencia se necesita actualizar. Hay que replantear el tema de lo femenino en la historia de la estatuaria”. En su estudio, al lado de una cabeza de Simone de Beauvoir, que él mismo talla, se encuentran cajas de mármol con las cuales experimenta para hacer marimbas similares a los litófonos de la antigüedad, en el centro de Asia.
Reyes acaba de exponer en Lesson Gallery, de Nueva York, una muestra de 160 dibujos y esculturas, que fue de las más visitadas en los primeros meses de este año en esa ciudad. En puerta, tiene una exposición de esculturas de pensadores latinoamericanos que llevará a la galería Luisa Strina, en Sao Paulo; prepara al lado de Noam Chomsky una nueva pieza teatral con marionetas; tiene en postproduccción un video que recoge todo la campaña en defensa del Espacio Escultórico, y planea una campaña en Chicago, para destruir armas y convertirlas en palas que se usarán para plantar árboles.
Esculpir es un ejercicio que Reyes entiende más allá de los materiales: lo asimila a su biblioteca, una pared que se extiende en su amplio estudio, con dos pisos de altura, a la que cada día agrega, en promedio, diez libros; las madrugadas, entre las 12 y las tres, son para sus libros.
“Cada libro es la puerta a un área de conocimiento. Estoy recordando intereses e ideas que tenía atrás. El hecho de tener la biblioteca como un espacio físico es muy importante, por eso no creo en el Internet.
Que el conocimiento ocupe un volumen físico, y que uno tenga que esculpir ese librero, reacomodarlo, lo hace tangible; si es tangible, está presente, se puede recombinar, hacer notas. Todas mis ideas salen de ahí, mi mente no está aquí (en su cabeza), está acá (señala el librero)….
Triunfar o fracasar. Si clasificar a Reyes como escultor deja fuera otras facetas, decir que su escultura tiene un estilo deja por fuera muchos ejercicios que incluyen el de la reflexión y conceptualización de este arte, o el de la crítica a lo que pasa. Sin temor de volver al pasado —dice en la entrevista— ha estado viendo escultura de los años 30 y 50 del siglo pasado, ha buscado explorar la forma sin que medie una decisión conceptual, por el placer de trabajar problemas formales.
“Siempre tengo una justificación política y conceptual para mi trabajo. Y poderme dar oportunidad de exploraciones formales, es algo que me resulta muy interesante porque me intriga poder trabajar sin tener que depender de una explicación, que sencillamente la forma se exprese. Cuando trabajas en la escultura no tienes el parapeto del concepto para justificar tu trabajo: la obra o triunfa o fracasa y eso es evidente a los ojos de todos; es decir, cuando trabajas con problemas formales, una buena justificación, un buen concepto no va a rescatar el trabajo, el trabajo sólo va a salvarse a sí mismo por su presencia material”.
En ese sentido, Reyes cuestiona que “la producción artística contemporánea ha cancelado la tradición”. Revisa en México una tradición que incluye nombres como los de Luis Ortiz Monasterio, Rómulo Rozo (nacido en Colombia), Rosa Fidencio, Mardonio Magaña y Francisco Zúñiga, entre otros.
“Tenemos una tradición de escultura monumental que es muy buena, de 1955 a 1990. Después existe la gran tragedia de Sebastian que ha inundado México con sus adefesios, a costa del erario. Es una tragedia lo que ha pasado con este personaje: se ha invertido dinero público en obra de muy mala calidad; deberíamos hacer una campaña de ‘Ni un Sebastian más’. Que siga trabajando, pero no a costa del erario”.
Sin embargo, Reyes ve que la responsabilidad por lo que pasa va más allá, pues cree que la escultura pública “ha sido monopolizada por artistas que ya no están en su mejor momento, que han hecho obra pública muy cara, muy grande y muy mala”, y que además los artistas jóvenes no han hecho su parte: “Mi generación ha tenido una presencia nacional o internacional en arte con prácticas conceptuales y de acción pública, pero más performática. En nuestra generación no hemos salido al paso a hacer el relevo en la escultura. Creo que es algo que hay que hacer. No podemos quejarnos de las aberraciones que se construyen si no hacemos una propuesta nosotros”.
Sin un estilo personal. La obra de Pedro Reyes abarca un espectro amplio, entre lo abstracto y lo figurativo; al mismo tiempo, aunque hay piezas mucha tecnología, evita usar el 3D printer, porque considera que va contra el principio tridimensional de la escultura.
“Las esculturas más aburridas son las que más se parecen al cuerpo humano, los peores escultores son los que representan al cuerpo con más precisión, en general pasa también con los pintores. Lo más importante está en la distorsión que uno hace a través de la estilización de las formas. Hay riesgos en eso. El arte no está hecho para representar al mundo como es. A mí lo que me gusta de hacer una escultura es que cada minuto que estoy trabajando sobre la escultura estoy tomando decisiones. Y hacer es pensar, pensar con las manos, en tres dimensiones, eso no puede sustituirse con un ambiente digital. No tengo nada contra el uso de la tecnología, tengo muchas esculturas con elementos tecnológicos pero lo que creo que me resulta muy interesante es vivir en el siglo XXI y poder trabajar con técnicas que tienen cinco mil años. El arte más perecedero es el que está más actualizado al día; siempre que tienes componentes electrónicos es una pesadilla porque la tecnología es algo desechable. En dos años los componentes son obsoletos”.
—Muchas obras tuyas se reactivan
—Sí. Regreso a los proyectos constantemente. Puede decirse que son proyectos permanentes. Estoy haciendo una obra de marionetas que es producto de mi residencia en MIT, donde estuve dando clases; a través de la universidad contacté a Noam Chomsky y le propuse una obra de teatro para marionetas donde él es el protagonista. Estoy escribiendo el guion y se presentará a finales de año. Eso, por ejemplo, es un trabajo donde, si bien hay un elemento escultórico, también hay de dramaturgia; soy un artista con personalidad múltiple, tengo varias carreras simultáneas.
—El activismo es una convicción que siempre has tenido?
—México siempre ha sido un país donde los artistas tienen un gran compromiso social. Tratamos de hacer aportación. Trato de involucrarme por ejemplo en el tema de la violencia con lo de las armas, o en el Espacio Escultórico. Pero, para un artista hacer obra de calidad es lo más importante, y al hacer obra de calidad ya estoy haciendo algo por México.