IMPULSO/ Alfonso Pérez Daza
La democracia es un sistema político que se basa en los principios de libertad e igualdad que emanan de la dignidad del ser humano. Sin embargo, el modelo, aún imperfecto, adolece de la disposición de la sociedad por participar en el debate de aquellas decisiones que tienen un impacto en la vida colectiva, como la participación a través del voto en las elecciones y en aquellos asuntos de interés nacional que resuelven cotidianamente quienes ejercen el poder. Los problemas económicos y sociales, sumados a una deficiente comunicación política han permitido el surgimiento de líderes que construyen un discurso que despierta el interés sin considerar la razonabilidad de la conversación pública.
Existe coincidencia entre los especialistas en considerar el resurgimiento del populismo. Se trata de un fenómeno difícil de encasillar, ya que ha surgido en diversos contextos sociales con características propias. Por esa razón, a lo largo de la historia han existido populismos de derecha y de izquierda, de corte religioso o militar.
En el fondo, los diferentes tipos de populismos comparten elementos comunes. Uno de los más destacados es que surge como resultado de las limitaciones de la democracia representativa que no logra recoger eficazmente las demandas sociales ni incluir satisfactoriamente a las masas en la participación política. Otra característica es el surgimiento de líderes carismáticos que aprovechan el descontento social no sólo para dirigir a una sociedad sino para interpretar las demandas, expectativas y deseos de un pueblo. Por ejemplo, Adolfo Hitler logró esto fortaleciendo un partido político marginal que a la postre ocupo la principal magistratura de Alemania.
Lo novedoso hoy es el resurgimiento del fenómeno a pesar de la acelerada evolución de las instituciones sociales, jurídicas y políticas. El nuevo populismo ha proliferado en varias regiones del mundo debido a que las políticas de libre mercado y la democracia contemporánea, partidos políticos, parlamentos y autoridades en general no han sido capaces de mitigar la pobreza, redistribuir el ingreso o dotar de servicios a los sectores marginados.
Recordemos el caso chavista en Venezuela o en Rusia, donde el presidente Putin ha concentrado el poder desde el 2000. Lo mismo sucede con Erdogan en Turquía o Xi Jinping en China, donde se han modificado las leyes para establecer reelecciones indefinidas.
¿Cuál es el problema con el populismo? En primer lugar, que bajo la idea de “pueblo” se incurre en el error de homogeneizar sociedades plurales y se simplifican demandas de grupos sociales diversos: mujeres, campesinos, obreros, comunidad gay, estudiantes, etc. Pero su mayor riesgo está en su tendencia al autoritarismo: inhibe el debate público, la participación efectiva de la ciudadanía y prioriza la voluntad del líder. Esta forma de ejercer el poder cuenta necesariamente con menos mecanismos de rendición de cuentas, legitimidad y capacidad de rectificación ante las decisiones tomadas. La crisis de la democracia representativa ha permitido la llegada de líderes mundiales que desarrollan rasgos autoritarios.
Debemos ser conscientes de que toda sociedad puede sucumbir ante el populismo. Ernesto Laclau señalaba al respecto que “no existe ninguna intervención política que no sea hasta cierto punto populista”. Una democracia sana admite liderazgos sólidos, pero nunca a costa de instituciones débiles.