Electoralmente, hemos normalizado lo ilógico
Julio Requena
El sistema político-electoral del país tiene la lógica invertida, bastan dos ejemplos para tratar de comprender al grado que hemos llegado como país para ver como algo normal cosas tan ilógicos como la aprobación de candidaturas independientes para después abandonarlas sin recursos, medios de difusión y sin seguidores, como impulsar el voto en el extranjero, cuando al interior seguimos padeciendo de un enorme abstencionismo.
Vamos por partes, las candidaturas independientes que pueden ser apoyadas por ciudadanos que aportan su credencial de elector y su firma para que obtengan la postulación, pero eso no obliga a que después tengan el respaldo ciudadano para ganar.
Entonces ¿qué caso tiene? Si un mismo ciudadano puede apoyar para que una ex panista, un ex priista y una mujer indígena aparezcan en la boleta electoral y después puede votar por un partido político como el PRI, PAN, PRD, PT, MORENA, VERDE u otro, ¿qué caso tiene?
Si no comprometemos al ciudadano a que apoye una opción independiente desde el principio hasta el fin, de qué sirve la figura de candidaturas independientes, la respuesta más obvia es: para restarle votos a los partidos políticos tradicionales que ya no representan al electorado de a pie, pero, sobre todo, a la oposición, que no tiene consolidado su voto duro en el país, ni en los estados.
Recordemos que, en el Estado de México, hubo una candidata independiente que obtuvo más de 500 mil firmas para obtener su registro, sin embargo, no tuvo más que alrededor de 300 mil sufragios en las urnas, es decir, no votaron por ella ni quienes le ayudaron a conseguir la postulación.
Entonces, dónde están las bondades de las candidaturas independientes -no en la lucha electoral donde debilitan a los partidos de oposición-, sino en la representación de los ciudadanos que ya se han cansado de los partidos políticos tradicionales.
Algo tan obtuso se ha vuelto normal, doy mi credencial de elector, mi firma, un candidato se registra y, al final, no lo apoyo.
Imagínese, amigo lector, que obligamos a los partidos políticos a hacer campañas de afiliación y reafiliación, les damos dinero y luego, les decimos que ese padrón de personas no sirve porque algunos ciudadanos también se registraron en otro partido.
Que devuelvan el dinero sería la demanda inmediata a los partidos políticos, pero no pueden porque el que cometió el error de afiliarse a varios partidos fue el ciudadano; sin embargo, en el caso de los independientes, el ciudadano si puede avalar a los tres o cinco y no votar por ninguno.
El otro tema es la campaña emprendida para permitir el voto en el extranjero, donde la autoridad está segura de poder convencer a los mexicanos que no viven en el país para que decidan quién va a gobernar durante seis años, pero no puede disminuir el abstencionismo en cada elección.
El sufragio en el extranjero no implica que los votantes se regresen a vivir la realidad que eligieron. Entonces, ¿qué aporta su voto? Si están en el extranjero, en su mayoría, es porque no encontraron condiciones laborales o profesionales en nuestro país.
De entrada, eso los haría opositores al régimen, pero, curiosamente, hay votos a favor del sistema predominante. ¿Qué podemos pensar?, ¿un fraude?, ¿una idea rara?, ¿una venganza para los que nos quedamos?
Todas estas ideas electorales tan ilógicas ya se ven como propuestas normales, simples, algunas hasta han sido calificadas como innovadoras o de vanguardia.
Opciones para abatir el abstencionismo cada vez hay menos, lo empezamos a ver como un fenómeno natural, apoyar a todos y a ninguno se ha hecho un tema común como quejarse de la situación que impera en la nación sin pensar en una verdadera participación social recompensada de otra forma distinta a las dádivas de siempre.