IMPULSO/Redacción
Quintana Roo
El Centro de Investigaciones y Estudios del Sureste Mesoamericano (CIESM) aporta resultados innovadores sobre el mundo prehispánico, revelan el equivalente americano del génesis.
Después de cuatro años de investigación interdisciplinaria que fusionó diferentes ciencias como astronomía, epigrafía, lingüística y documentos etnohistóricos, se pudo aterrizar el mensaje contenido en la iconografía de monumentos y hallazgos arqueológicos en general, confirmando el papel central de la constelación de Orión en la fe prehispánica, lo que el Centro de Investigaciones y Estudios del Sureste Mesoamericano (CIESM) ya había presentado el año pasado en ocasión del “Primer Encuentro de la Riviera Maya”, comentó el doctor Renato Cottini Giroldo, director del CIESM.
La novedad de este año, presentada por la epigrafista Europe C. Mercier, directora de Investigaciones del CIESM, durante el “Segundo Encuentro de la Riviera Maya para la presentación de los avances en la investigación de las culturas prehispánicas”, que se celebró en días pasados, es que se le pudo dar un nombre y un género al descubrimiento, Itsamnā, que la estudiosa definió como “la Madre Universal”.
Entrando un poco más en lo específico, la epigrafista aclaró que su nombre está compuesto por los términos it (sentarse), sam (alumbrar) y nā (madre), un bonito juego de palabras que se puede traducir como “La Madre en postura de alumbrar” o “la Madre que está sentada en el poder dando la vida”. La conocida variante Itsám T’ul (la palabra t’ul significa “conejo” en maya) la describe como engendradora de todo el género humano, por esta razón, su iconografía viene siempre acompañada por un conejo, subrayando su fertilidad.
Es más, la estudiosa identificó conceptualmente las cuatro estrellas en las esquinas de la constelación de Orión como los cuatro Bakáb (para los mayas) o Teskatlipoka (para los aztecas), unidas para dar forma a la cuerda que aprieta a la mujer para ayudarla en parir, una cuerda que en maya recibe el nombre de kuxán sum (la “cuerda de vida” en maya), cuyo significado se vuelve a encontrar en el término Kukulkán: “la serpiente envolvente” o “los cuatro envolventes”. Por esta razón, el génesis es eterno, repitiéndose cada día, siempre y cuando las tres estrellas del cinturón de Orión se queden envueltas por las cuatro de las esquinas.
La investigadora dijo que el extremo oriental de la serpiente envolvedora, su colmillo, se identifica con la estrella Sirio (previamente identificada como deidad N), siendo la estrella más visible del cielo nocturno; al mismo tiempo que el otro extremo, el cascabel de la víbora, comúnmente identificado con la deidad K, muestra claramente ser las Pléyades, un conjunto de estrellas en la constelación de Tauro, notoriamente utilizado por los aztecas para medir el comienzo del ciclo de cincuenta y dos años.
Todo lo anterior rompe el paradigma de siglos que identificaba a Itsamnā como varón y fundador de un linaje de brujos, devolviendo el nombre correcto a la única diosa. Esta aclaración toma todo su sentido fusionándola con el monoteísmo americano, comprobado en trabajos de investigación por el doctor Renato Cottini Giroldo durante el “Primer Encuentro de la Riviera Maya”.
En este sentido, la investigadora dijo que los detalles pueden admirarse con facilidad en el monumento llamado Piedra del Sol, en el que la serpiente (doble para indicar el día y la noche, es decir, el tiempo) envuelve la constelación de Orión con las cuatro esquinas rectangulares y en el centro las tres estrellas del cinturón, de las cuales la central toma relevancia por ser la Madre Universal.
La epigrafista aclaró que es quizá más fácil comprender ahora las reacciones y la necesidad de una imperativa evangelización de la Iglesia cristiana cuando, a comienzos de siglo XVI, se encontró con una religión monoteísta femenil, cuya diosa nocturna se encontraba abrazada por una serpiente, todos símbolos diabólicos para la época, pero todos los pueblos americanos resistieron a este cambio hasta que la Iglesia no aceptara su manera de ver, sustituyendo, después de diferentes intentos de demonización, a la madre universal con la virgen.
La epigrafista Europe C. Mercier identificó conceptualmente las cuatro estrellas en las esquinas de la constelación de Orión como los cuatro Bakáb (para los mayas) o Teskatlipoka (para los aztecas), unidas para dar forma a la cuerda que aprieta a la mujer para ayudarla en parir, una cuerda que en maya recibe el nombre de kuxán sum (la “cuerda de vida” en maya).