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Investigadores analizan secreto prehispánico en una palabra

 

  • Desde la publicación por primera vez en 1861 del manuscrito llamado Popol Vuh, se popularizó entre los estudiosos un conocido término que se escribió de forma diferente, suyūá es su deletreo correcto.

 

IMPULSO/Redacción
Riviera Maya, Quintana Roo

 

El director del Centro de Investigaciones y Estudios del Sureste Mesoamericano (CIESM), Renato Cottini Giroldo, dio a conocer que desde la publicación en 1861 por vez primera del manuscrito llamado Popol Vuh, luego del Ritual de los Bacabes de Nunkiní, Yucatán, entre los estudiosos, vino un conocido término que se escribió de forma diferente, cuyo correcto deletreo es suyūá.

 

En el primer documento, los jefes de linaje fundadores del pueblo quiché viajan a tuláŋsuyūá para formalizar la existencia y el reconocimiento de su pueblo y tierra; regresan de dicho lugar cargando con las insignias de poder que los identifican como gobernantes.

 

En cambio, en el segundo documento, los que quieren demostrar su aptitud para ser gobernantes deben contestar, entre otros, a una serie de acertijos manejado en suyūát’aŋ, el lenguaje del suyūá. En ambos casos, el lenguaje misterioso está relacionado con puestos de mando.

 

Idiosincrasias de todo tipo no han permitido hasta la fecha la traducción del término, aunque todas sus partes se pueden encontrar con facilidad en los vocabularios mayas y en el habla de hoy: suy significa “remolino”, ú significa “piedra de valor, sartal, abalorio, cuenta”, y la terminación á indica que lo de que se está hablando es “lo más cercano o similar” en términos de adverbio de lugar.

 

En breve, la traducción correcta es la de “remolino de joyas”, o sea el movimiento eterno de los astros en el cosmos.

 

Cottini concluyó que, por ende, con suyūát’aŋ se identifica el “lenguaje del cielo”, la lengua hierática de los sacerdotes (y por supuesto del sacerdote supremo, el gobernante) que imbuye todo mensaje divino. El “verbo”, la “palabra” celeste resulta ser el secreto más guardado por las poblaciones americanas, con el fin de proteger su fe y culto.

 

Por su parte, la directora de Investigaciones del CIESM, Europe C. Mercier, agregó que toda inscripción, pieza de arte y hasta estructura arquitectónica prehispánica expresa dicho lenguaje, ello en eterna conmemoración de la grandeza divina, además, es por esta misma razón que los esfuerzos de desciframiento hasta la fecha han resultado en una aproximación poco acertada del significado real de los textos.

 

Los investigadores subrayan que también el papel de los centros ceremoniales prehispánicos necesita de revisión: la costumbre es definirlos como “ciudades”, sin haber identificado límites urbanos y centros de distribución, cuando en realidad se trataba de catedrales en las que se llevaban a cabo tres tipos de servicios: ceremonias, sanaciones y la enseñanza del suyūát’aŋ. Exactamente como en Europa, las catedrales eran y siguen siendo la sede de la cátedra de los obispos, la sede de la diócesis en la que se enseña la palabra de Dios y al mismo tiempo se ofician actos de culto.

 

Cottini compartió que, por lo que se refiere a tuláŋsuyūá, el lugar al que acudieron los jefes de linaje del Popol Vuh, otra idiosincrasia ha limitado la interpretación del término: la palabra tuláŋ ha sido tomada como préstamo de la lengua náhuatl para indicar una “ciudad”, olvidando que en maya significa “rebosar, correr las fuentes o ríos” y que indica el fluir y el esparcimiento del suyūát’aŋ, es decir, la difusión de la palabra divina. En la práctica, es un término que aplica a cualquier centro ceremonial en donde recibir capacitación en el oficio de gobernante, a través del conocimiento del verbo celeste.

 

Asimismo, para los integrantes del CIESM, no cabe duda que parte de los “ingresos” de los centros ceremoniales prehispánicos se debía a la enseñanza de la enigmática lengua celeste, de la misma manera en la que hoy en día se paga la colegiatura de una institución universitaria.

 

Volviendo al tema del “remolino de joyas”, los desciframientos del CIESM en curso indican que se trata de un eufemismo alegórico para describir la circulación de pepitas de calabaza o granos de maíz o también frijol en un contenedor circular, la lectura de los cuales permitía la interpretación de la voluntad celeste.

 

Las adivinanzas basadas en la interpretación de semillas y granos siguen siendo tan difundidas en toda América para que sea necesario agregar comentarios aclaratorios: cualquier etnia que haya conservado en parte sus costumbres religiosas encarga la interpretación de la “palabra divina” a aquellos que aún conocen el secreto nunca revelado a los europeos.

 

Cabe mencionar que, si los resultados no eran y son los esperados, la técnica culpa al hombre de escasa habilidad de lectura: el verbo divino nunca falla. Es exactamente como la respuesta de la Sibila de la época romana cuando se le pedía si alguien iba a morir en guerra o iba a regresar a la casa, cuyas palabras IBIS REDIBIS NUNQUAM PERIBIS IN BELLO, a falta de comas, pueden ser interpretadas en ambos sentidos.

“Con suyūát’aŋ se identifica el “lenguaje del cielo”, la lengua hierática de los sacerdotes (y por supuesto del sacerdote supremo, el gobernante) que imbuye todo mensaje divino. El “verbo”, la “palabra” celeste resulta ser el secreto más guardado por las poblaciones americanas, ello con el fin de proteger su fe y culto”,

Renato Cottini Giroldo,

Director del CIESM.