Enero 23, 2025
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INVERSIÓN EN CIENCIA Y TECNOLOGÍA, EL GRAN PENDIENTE

Son gigantescos los problemas y desafíos que como sociedad debemos afrontar para sobrevivir, en ocasiones, pareciera que no tienen solución y que superan nuestra capacidad para resolverlos o mitigarlos. Podríamos resignarnos a un destino catastrófico. Como en la Caja de Pandora han salido las calamidades y la miseria humana está por doquier; pero el espíritu de la esperanza sigue vigente. Sin pecar de optimista, considero que en la educación podemos encontrar la forma de lidiar con muchas de esas dificultades.

Sí, con educación, pero no aquella que llena de datos e información, sino la que a través del conocimiento vuelve más humana a la persona y la hace capaz de utilizar ese conocimiento para anticipar riesgos (sociales y ambientales), proponer soluciones y actuar en consecuencia, de tal manera que hace que el individuo sea útil.

Ese conocimiento nos lleva a descubrir que en la ciencia y la tecnología podemos encontrar la solución a problemas de salud, ambientales, de energía, de agua potable, así como a otros de índole social (pobreza, exclusión, discriminación, rezago educativo). La inversión en proyectos encaminados a resolver esos desafíos hará de México un país desarrollado, con más oportunidades y mejores condiciones de vida para sus habitantes. Entonces, ¿por qué no invertir más en ciencia y tecnología?, ¿por qué reducir el presupuesto y las becas que otorgan Conacyt y Comecyt?, ¿por qué en aras de combatir la corrupción, se disminuyen apoyos a becarios y se frenan proyectos de investigación que podrían ser útiles para el desarrollo del país?

Durante décadas, ha sido un sueño anhelado y un tema de debate público la importancia de canalizar mayor presupuesto a la innovación, la ciencia y tecnología. Sin importar el color de gobierno o la filiación partidista, nuestros gobernantes se han quedado cortos y sigue siendo una tarea pendiente.

En la Ley General de Educación, en su artículo 25 se señala que el Estado debe invertir como mínimo 8% del Producto Interno Bruto a educación, del cual 1% debe dirigirse a la investigación científica y tecnológica realizada por instituciones de educación superior públicas. El Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) es el que administra y distribuye los fondos para la producción de conocimiento científico.

Sin embargo, en décadas no se ha conseguido ese objetivo, un estudio del Tecnológico de Monterrey refiere que la inversión en el conocimiento sufre de un déficit nacional que la pone en desventaja en comparación con los recursos asignados a las comunidades científicas de otros países. 

Los fondos que se invierten han ido entre el 0.2% y el 0.3% del PIB antes del 2014. Se registró un repunte entre 2014 y 2015, en el que la cifra ascendió a 1.5%, pero posteriormente se inició un marcado descenso en 2019 y 2020, en que se registró un 0.8 % del presupuesto federal (0.4 % del PIB) destinado a la producción académica y científica. Esta cantidad se traduce a 49 mil 390 millones de pesos mexicanos (García-Bullé, 2020).

Esa falta de inversión en ciencia y tecnología, siempre se traduce en escenarios de fuga de cerebros, sin embargo, el problema de fondo es que se le está negando a México la posibilidad de crecer y solucionar problemas estructurales; se le condena a estar estancado, porque hay un desaliento para la comunidad científica y muchos proyectos se quedan inconclusos.

No obstante, estoy segura de que aún quedan hombres y mujeres de ciencia que, a pesar de las adversidades, tienen presente que pueden hacer algo útil por su país, pues el sueño de todo científico es que su investigación, proyecto científico o descubrimiento aporte algo bueno a su patria y la humanidad.