IMPULSO/Said Yescas
Artículo
El ser humano es una compleja máquina; la forma en la que se defiende, en la que muere; la manera de llenar espacios entre órganos, la capacidad de vivir sin alguno de ellos; lo increíble y quizás mágico del alma, la complejidad del cerebro. Según la Real Academia de la Lengua Española, el adjetivo “humano” también se define como “ser racional”, o sea, un ser con la facultad de discurrir. Sinceramente pareciera que, “ser humano”, es algo que se puede extirpar dentro de uno mismo, que su lugar será llenado por los demás órganos, que simplemente su función es casi innecesaria, que el cuerpo es sólo un bofo recipiente y el cerebro funciona mejor sin pensar…sin discurrir.
Somos increíbles: Recordamos ser mejores, olvidamos ser humanos.
¿A qué voy con esto? Como lo dije en el artículo pasado “Nuestra historia está llena de lucha y sangre”. Se despilfarran vidas a costa de intereses que benefician a unos pocos en relación de todos aquellos que buscamos un equilibrio, paz, vida. No hace falta escribir todos los conflictos que hemos pasado y conmemorar a todos aquellos que han dejado su existencia tirada por lograr lo que debimos, debemos y deberemos tener; al final habrá una nueva telenovela que llene los pensamientos de la colectividad, dejando tiempo para la simple y esclavizante rutina que provocará el olvido de las luchas. Gastamos más tiempo en odiar, en gobernar, en impedir y sancionar; al final otro país se cansará, protestará, habrá más muertes y más separación; pero, es más cómodo dejar ser absorbido por el sistema y olvidarse de ser humano en toda la extensión de la palabra.
Los medios siguen hablando de más y más violencia internacional, de cómo las organizaciones se entrometen para “dar de que hablar” sin observar tangiblemente un cambio. Bien dicen, “No prometas lo que no vas a cumplir”. Dentro de estos conflictos, existe uno que es tan inhumano, lleno de crueldad, resultado de la sed de poder por un gerente más que intenta dirigir el barco metiéndolo al ojo del remolino.
Más allá de la guerra comercial, este personaje autócrata, cegado por el clasismo y el racismo, sin mencionar sus demás podridas posturas, ha llevado de alguna forma al “secuestro legal” de niños migrantes, separándolos de sus familias. ¿Ser humano o no serlo?
¿Por qué las familias huyen de sus países natales? Las migraciones ocurren por diferentes factores: Desde los más ligeros, como probar suerte en otro territorio, hasta los más pesados, como las crisis humanitarias. La gente en ciertos países huye o muere, muere por las balas, por el hambre o por defender a su familia. El mundo está en llamas y dentro de esta gran empresa geopolítica es más importante el egoísmo al no compartir la tierra con aquellos que ya perdieron la suya; tan inmensa la falacia de acusar a toda una masa migrante de algo que no es, como retrógrado y tonto para mantener cautivos a los inocentes. El juego de la balcanización nos encamina más al gameover.
¿Cuántos derechos humanos universales se habrán violado con éste y todos los sucesos en lo que va del año? Pareciera que los derechos universales son otro chiste del sistema; se les da difusión por todos lados y en todo medio de comunicación, las organizaciones e instituciones se encargan de cumplirlos a medias, siguen habiendo atropellos mundiales, se sigue criminalizando al individuo por ser diferente, eso sí, circulan spots sobre los derechos humanos ¿Con que fin? Somos hostiles por naturaleza.
¿Al final, se podrán reunificar todas las familias separadas? ¿Qué ganó el presidente de la potencia otrora al encarcelar miles de niños migrantes? ¿Qué sigue, volverlos a cazar y meterlos en cámaras de gas? ¿Qué más inhumanidades seguirán recordándonos que hemos olvidado lo que es ser humano?
El apartheid sigue en pie, olvidamos a Luther King y la lucha de Desmond Tutu; los derechos universales son violados gracias al poder, olvidamos a Eleonor Roosevelt y Nelson Mandela; los agrícolas cubiertos de pobreza carecen aún de oportunidades para salir adelante, olvidamos a César Chávez y Muhammad Yunus; la patria y el país es consumida por la opresión y las balas, olvidamos a Aung San SuuKyi y José Ramos-Horta; Centroamérica pasa por crisis, olvidamos a Oscar Arias Sánchez; nos mantienen de rodillas obligados a decir que sí a las estructuras impuestas que generan una pésima calidad humana, olvidamos a Mahatma Gandhi. ¿Tenemos cosas más importantes que hacer y es por eso que olvidamos?
Está dentro de nosotros la ironía del siglo XXI: Los migrantes son delincuentes por escapar de una vida miserable, los niños migrantes enjaulados por estar indefensos ante esa situación. Los estudiantes son activistas peligrosos para el statu quo, por eso es mejor masacrarlos. Las creencias religiosas se matan entre sí en el nombre de sus dioses. Se construyen muros en las fronteras para que no entre gente del país contrario y se busca que ese mismo país lo pague. Se presume armamento nuclear y el alcance de su destrucción masiva, justo como si fuese una demostración de fisicoculturismo. Se deja a la suerte los pueblos indígenas que fueron la raíz de lo que somos ahora. Se sacrifica una generación completa para intentar darle una mejor vida a la generación siguiente. Se descontextualizan culturas para volverlas comerciales. Nos terminamos el mundo, nos terminamos entre nosotros y, simplemente lo dejamos pasar.
El ser humano es una compleja máquina; la forma en la que se defiende, en la que muere; la manera de llenar espacios entre órganos, la capacidad de vivir sin alguno de ellos; lo increíble y quizás mágico del alma, la complejidad del cerebro. Sinceramente pareciera que, “ser humano”, es algo que se puede extirpar dentro de uno mismo, que su lugar será llenado por los demás órganos, que simplemente su función es casi innecesaria, que el cuerpo es sólo un bofo recipiente y el cerebro funciona mejor sin pensar…sin discurrir… para olvidar.