IMPULSO/ Redacción
Ciudad de México
El escritor Ignacio Padilla (1968-2016) sigue vivo en su literatura, coinciden sus amigos y colegas Rosa Beltrán, Socorro Venegas y Jorge Volpi.
“Era uno de los grandes cuentistas de nuestro tiempo, no sólo en lengua española, sino en todas las lenguas y cuando aparezcan todos sus cuentos reunidos, principalmente ese proyecto llamado Micropedia, creo que todos volveremos a quedar deslumbrados con lo que Nacho fue capaz de hacer con el mundo del cuento, esos mundos tan extraños e impredecibles donde su talento por el lenguaje se unía a su otra mayor cualidad literaria y vital: su imaginación absolutamente desbordada, pero con la contención que le daba la brevedad”, refirió Jorge Volpi, quien, más que su amigo, fue su hermano con el que compartió la felicidad de descubrir nuevas lecturas y formas de escritura.
“Nacho era ya muy claramente el escritor de mi generación más talentoso que he encontrado, tenía un talento como lo podía haber tenido Mozart para escribir, si Mozart hubiera escrito. Tenía una facilidad de lenguaje que lo hacía especial”.
Joge Volpi aseguró que, junto con Ignacio Padilla y Eloy Urroz, surgió desde muy joven una amistad literaria que se convirtió en una escuela de escritura a la que se sumó Alejandro Estivill y dio como fruto una novela a cuatro manos llamada Variaciones sobre un tema de Faulkner.
En el texto, se cruzaban cuentos escritos por ellos en los que aparecían referencias al mundo literario, amigos, enemigos, novias y ex novias que de pronto se mezclaban en la trama.
Señaló que se terminó de escribir entre 1987 y 1988, pero fue hasta 1999 que se supo de él al obtener el Premio Nacional de Cuento San Luis Potosí.
“El libro se publicó años después como testimonio de esa amistad literaria, ése es el núcleo del ´crack´ que significaba para nosotros la decisión de no estar solos. El trabajo literario es normalmente solitario, es lo que uno asume cuando se va a dedicar a esta profesión y asume que será doblemente solitario porque seguramente tus pares van a envidiarte o despreciarte. Quizá nosotros los intuíamos y quizá nos dimos cuenta que la manera más saludable de articular la competencia que ya existía de manera intensa entre nosotros era forjar una amistad literaria y que la literatura sirviera como caldo de cultivo para nuestra amistad vital”.
De acuerdo a Jorge Volpi, los años en que él e Ignacio Padilla estuvieron en Salamanca, España, a mediados de la década de los noventa resultaron cruciales para ambos, en especial la Navidad que pasaron en Florencia, Italia. “Estuvimos 15 días en los que Nacho decidió que no debíamos salir y devoramos lo que habría de cambiar nuestras vidas. Él, todo Cervantes, yo, una biografía de Werner Heisenberg, que fue el origen de En busca de Klingsor. Allí nacieron las dos pasiones principales que hemos tenido, la mía a la ciencia y la de Nacho por Cervantes”.
El ganador del Premio Planeta-Casa de América consideró que Ignacio Padilla no sólo se identificaba en buena medida con Cervantes, sino también con don Quijote.
“Salió un día de su casa y decidió que iba a habitar los mundos que leía, como Don Quijote. Luego, se dio cuenta que iba a ser un don Quijote que es capaz de habitar los nuevos mundos igualmente imaginarios que comenzó a escribir desde que era muy joven, quizá porque la realidad le era un tanto insoportable, que es lo que creo que nos pasa a nosotros los escritores, quizá porque el mundo era demasiado pequeño o unívoco y necesitaba llenarlo con historias portentosas que también necesitaban, como todos los escritores, vivir”.
Explicó además que en sus libros raramente se encontrará algo autobiográfico porque están repletos de seres mitológicos, sin nombre, en lugares extraños, pero aun así, podría estar su vida verdadera.
“Creo que allí está ese verdadero Nacho, que es la suma de todas estas historias que van desde esos primeros cuentos de Subterráneos, hasta los últimos que publicó en el que quizá sea posible trazar no sólo al auténtico Nacho, sino a ese mundo que con enorme generosidad nos entregó a todos los demás”.
Desde un lado científico, argumentó que, esencialmente, sólo somos nuestro cerebro, estas 80 mil millones de neuronas en la cabeza, y es allí donde habitan todos los demás con un mecanismo que no nos permite diferenciar la realidad de la ficción.
Socorro Venegas, coordinadora general de Obras para Niños y Jóvenes del Fondo de Cultura Económica (FCE), recordó su experiencia al trabajar con él en la edición de libros para este público: “Nacho sabía que los libros para niños eran cosa muy seria. Decía que estaba frente a los lectores más desafiantes, que escribir para niños representaba uno de los mejores momentos de su vida”.
La escritora comentó que en sus obras jamás lanzó una moraleja a un niño, “sin embargo, en El hombre que fue un mapa, sutilmente, se prodigaba por todos lados ese Nacho sabio, cultísimo y con un exquisito sentido del humor”.
Consideró que fue generoso con el FCE al publicar siete libros en total para los pequeños, entre los que están El diablo y Cervantes, Los anacrónicos y otros cuentos y, el más reciente, Los demonios de Cervantes.
Adelantó que, el próximo año, la editorial lanzará el libro Viaje a ninguna parte. “La vida no nos ha dejado más remedio que decirle adiós a nuestro querido Nacho, pero la vida de los escritores tiene una curiosa ventaja: en sus libros seguiremos encontrándolo siempre sonriente, siempre vivo. Vamos a leerlo”.
Nacho era ya muy claramente el escritor de mi generación más talentoso que he encontrado. Tenía un talento como lo podía haber tenido Mozart para escribir, si Mozart hubiera escrito. Tenía una facilidad de lenguaje que lo hacía especial”,
Jorge Volpi,
Escritor.
Nacho sabía que los libros para niños eran cosa muy seria, decía que estaba frente a los lectores más desafiantes, que escribir para niños representaba uno de los mejores momentos de su vida”,
Socorro Venegas,
Coordinadora general de Obras para Niños del FCE.