IMPULSO/José Antonio Crespo
Pese a la gran ventaja que mantiene López Obrador en las encuestas, surge, sobre todo entre sus filas, la sospecha de que el PRIANRD (una sola mafia en tres distintos partidos) no se resignará a ceder el poder y que por lo mismo fraguan un fraude.
Dicen que el hecho de que en algunas encuestas aparezca que la brecha entre Ricardo Anaya y Amlo se haya cerrado es la preparación para justificar un fraude a favor de aquél. Muchos son los obradoristas que han dudado a lo largo del proceso, no que Amlo pueda ganar, sino que se le reconozca. Incluso una explicación de Lorenzo Córdova sobre si el conteo rápido del INE se daría a conocer de haber un resultado cerrado (al responder que el INE está preparado para cualquier escenario) se interpretó por Morena como anuncio de un seguro fraude. Y otros creen que el dinero del hackeo bancario es para financiar dicho fraude.
Al respecto, en el libro 2018: “¿AMLO presidente?” (Grulla, 2017), sostenía yo que: “Esa posibilidad (el fraude) permea en la percepción ciudadana: 70% consideró irregular la elección del Estado de México y Coahuila, 86% tiene poca o nada de confianza en las autoridades electorales. Y la mitad desaprueba el desempeño de los consejeros electorales, y considera que el INE no garantiza la equidad e imparcialidad en los comicios (lo mismo que el TEPJF). 53 % cree que en 2018 habrá fraude, frente a sólo 32% que esperan que sean limpios los comicios. Además, 66 % cree que habrá compra de votos y credenciales.
Y la mitad no considera que será confiable el cómputo de votos (probablemente por lo ocurrido en Coahuila). La confianza y credibilidad ciudadana en los comicios y las autoridades electorales, no será lo que prevalezca en 2018, pese al tiempo y los millones invertidos en ello”.
“Con todo, hay dos paliativos a que se concrete exitosamente un fraude; la eventualidad de que las cúpulas entre partidos pactaran su apoyo al candidato que llegue a la final y pueda enfrentar a López Obrador (del PRI o del PAN) no significa que buena parte de sus electores y simpatizantes sigan esa directriz. De hecho, muchos militantes y votantes de esos partidos ni siquiera se enteran que dichos pactos ocurren, pues no se hacen de forma pública. ¿Por qué habrían de seguirlo? …
Por otro lado, si bien persisten las irregularidades desplegadas desde los partidos en el poder, no siempre bastan para asegurar el triunfo buscado. De ser así, no se hubieran registrado múltiples alternancias a nivel estatal ni federal desde 1989 (y que incluyen triunfos del PAN, pero también del PRD, o de alianzas de ambos partidos)… Y si bien dichos operativos sospechosos dieron el triunfo al PRI en Coahuila y el Estado de México en 2017 (de manera apretada) no le será tan fácil al PRI-Gobierno imponerlo a nivel nacional; el aparato podría no dar para tanto” (hasta aquí la cita).
El ojo experto de Manuel Bartlett señaló la semana pasada que, según sus cálculos, el eventual fraude no bastaría para frenar a López Obrador (La Jornada, 17/V). En este punto coincido con el senador del PT-Morena. En todo caso, como lo he señalado en otras ocasiones, el escenario del Edomex sería el peor. Pero ese se ve ya poco menos que imposible. Ricardo Anaya podría aún cerrar la brecha respecto de López Obrador en alguna media.
La pregunta que permea en el aire es si en tal caso lograría acercarse a López Obrador como para ser competitivo. Muchos encuestadores lo dudan, y en efecto se ve difícil. Los votos de Margarita Zavala pueden dispersarse entre varias opciones.
Pero lo que sí parece claro es que de ganar Anaya por un margen cerrado, los obradoristas no lo aceptarían como válido, sino consecuencia del susodicho fraude, pues no creerían que la tendencia se cerró a ese grado de manera legítima y genuina. Sabemos que los resultados cerrados, en todo el mundo, son más frágiles y se prestan a todo tipo de sospechas (como en 2006). El tigre acecha, y es sumamente suspicaz.