Diciembre 22, 2024
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Fronteras que se desvanecen

IMPULSO/Andrew Selee

En estos momentos es casi imposible creer otra cosa que no sea el hecho de que la relación entre México y Estados Unidos atraviesa su peor momento en la historia reciente.

El presidente del vecino del norte parece empeñado en atentar contra las relaciones comerciales con México, está aumentando las deportaciones de mexicanos viviendo en EU y separando familias que llegan a la frontera sin documentos, y sigue insistiendo en construir un muro entre los dos países (si bien el Congreso no le ha dado los fondos para eso). Pero lo que estos hechos nos revelan no tiene que ver con la apuesta a largo plazo.

Seremos siempre vecinos y por lo tanto seguiremos conviviendo el uno con el otro, así que la relación entre los dos países está mejorando, sobre todo en los ámbitos fuera de la política. Los embates de Trump contra México pueden ser vistos más bien como un último intento de un EU que existió como un país más aislado y distante de México y con una demografía mayormente de ascendencia europea, para tratar de frenar el país que viene y de hecho ya existe, mucho más integrado en el mundo y más étnicamente diverso.

Así lo creo, y lo reflejo en un libro que se publicó esta semana, el cual inicié antes siquiera de pensar que Trump y el nativismo se instalaran en la Casa Blanca, y que lleva por nombre Fronteras que se desvanecen: Las fuerzas uniendo a México y los Estados Unidos (sólo en inglés por ahora, de la editorial PublicAffairs en Nueva York), que argumenta que mi país está cada vez más integrado con México y que México está ya presente en nuestras vidas de una forma profunda, íntima y permanente.

Más que un libro de análisis, éste es una recopilación de historias que muestran los muchos nexos entre ambos países y como se han ido profundizando. Las historias recorren mucho territorio, desde lo económico, pasando por la cooperación en seguridad, hasta la innovación tecnológica, el cine y el deporte, entre otros.

El libro cuenta, por ejemplo, cómo San Diego y Tijuana, las dos ciudades más grandes (y alguna vez más distantes) en la frontera, se volvieron una sola zona metropolitana con un solo aeropuerto internacional compartido y un ejercicio constante de planeación económica conjunta.

También aborda las formas en que las empresas mexicanas han invertido en pequeños pueblos de EU para generar empleos para trabajadores estadounidenses, y cómo los migrantes mexicanos han generado pequeñas (y a veces grandes) empresas en esos pueblos también, al mismo tiempo que han invertido en sus pueblos de origen en México.

En otro capítulo, se exploran los nexos entre la innovación tecnológica en México, sobre todo en Guadalajara, Monterrey y Ciudad de México, y el Valle de Silicon en California, relaciones que no pasan por los gobiernos ni la política. Narramos también las interconexiones energéticas, desde petróleo hasta gas natural, electricidad y energías renovables, que se vuelven cada vez más comunes.

Las migraciones mexicanas al norte han marcado ambos países, pero también lo están haciendo los migrantes estadounidense que ahora viven en México. En el cine, por ejemplo, los puntos de contacto son más que obvios, ya que Guillermo del Toro, Alejandro González Iñarritú y Alfonso Cuarón han llevado entre ellos 4 de los últimos 5 premios para mejor director en los Oscars, pero detrás de ellos hay un sinfín de otros cineastas, guionistas, editores y actrices y actores mexicanos en Hollywood, o quienes se mueven entre los dos países.

Si bien estamos en medio de una tormenta con olas fuertes en la relación entre México y EU, y éstas sí hacen daño a la relación, también es cierto que los malos tiempos se calman a largo plazo. Las tendencias indican cada vez un mayor acercamiento, sobre todo en las áreas económicas, culturales y de innovación, que quedan por fuera de la acción gubernamental.

A largo plazo, esta integración real y tangible, y los cambios demográficos profundos e irreversibles dentro de los EU (le gusten o no a la actual administración), se impondrán para mejorar la relación entre los dos países y para que los estadounidenses reconozcan su interdependencia con México. Después de la tempestad siempre llega la calma. Hay que estar preparados para reparar los daños que la misma deje a ambos lados de la frontera.