IMPULSO/Octavio Rodríguez Araujo
Artículo
El 2 de septiembre de 2000, la “Rayuela” de La Jornada decía: “Si el país está tan bien, ¿por qué perdieron las elecciones?”. Lo mismo podría decirse del sexto informe de Peña Nieto. La respuesta, sobre todo en relación al último sexenio priista, sería más o menos la misma: el país no está bien y hay mucho por hacer para recuperarlo y recomponer los pedazos que han dejado los gobiernos neoliberales desde Miguel de la Madrid hasta hoy. En aquella ocasión, hace 18 años, correspondió al diputado perredista Martí Batres fijar las posiciones de su partido en esa sesión de la Legislatura recién inaugurada, y “convocó a los demás grupos parlamentarios a ‘asumir con valentía el reto de la política económica, a rechazar el dogma fundamentalista neoliberal, a distribuir la riqueza, a terminar con el sacrificio eterno del pueblo”.
Batres no tuvo éxito en su convocatoria, entre otras razones porque su propio partido careció, de allí en adelante, de una dirección suficientemente comprometida con sus principios.
La presidenta del PRD era entonces Amalia García y López Obrador era candidato a la Jefatura del Gobierno del Distrito Federal, cargo que ganó a pesar de que sus opositores alegaban que no reunía los requisitos de residencia en la capital del país. Conviene recordar que Marcelo Ebrard, entonces del partido fundado por Manuel Camacho (Centro Democrático), declinó a favor de AMLO.
La consigna de Vicente Fox, la que en realidad lo hizo ganar, fue sacar al PRI de Los Pinos. Lo logró, cierto, pero luego no supo qué hacer con la Presidencia y hasta alguien como Felipe Calderón lo sucedió en el cargo contra la voluntad del presidente saliente. Calderón resultó peor que Fox, por lo que éste tuvo algo de razón cuando dijo “me van a extrañar”.
Pese a sus limitaciones, o quizá por éstas, Fox fortaleció a AMLO al quererlo desaforar para sacarlo del juego de la sucesión presidencial. El tabasqueño salió ileso y vigorizado, pero su organización, el PRD, no supo ponerse a la altura de las circunstancias. Dejó pasar el fraude de la elección de Estado que le dio el triunfo a Calderón y no aprovechó el descrédito de éste para robustecerse como partido.
Podría decirse que los muchos errores de Calderón y los del PRD, además de una dirección inteligente en el PRI, favorecieron a este partido para llevar a Peña a la Presidencia.
Si los dirigentes del partido del Sol azteca hubieran actuado posponiendo sus diferencias de grupo para refundar y desarrollar su partido, tal vez el PRI no hubiera logrado retomar la Presidencia de la República. Pero los “hubiera” no sirven para nada. En lugar de hacer lo que tenían que hacer, se pasaron todo el sexenio calderonista cambiando de dirigentes: Leonel Cota, que transitó por varios partidos (desde el PRT hasta Morena, pasando por el PRI, PRD, Panal y MC), Graco Ramírez, junto con Raymundo Cárdenas (por unos cuantos meses), Acosta Naranjo, Jesús Ortega y Jesús Zambrano. Cinco presidencias diferentes en tan corto plazo, lo que significó que el partido estaba en crisis o buscando un faro luminoso que los guiara. No sólo no lo encontraron, sino que el último de sus presidentes no tuvo empacho en sumarse al nuevo gobernante para firmar, con el PAN y el PRI, el Pacto por México convocado por Peña Nieto al inicio de su mandato. Y todavía se extrañaron que López Obrador formara su propio partido para enderezar las cosas, en la lógica de lo que, desde 2000, ya había propuesto Martí Batres, coincidente con la manera de pensar del tabasqueño.
Ante el descrédito creciente de Peña Nieto, según todas las encuestas serias durante su sexenio, el PRD tampoco supo qué hacer. Una vez más, no entendió qué circunstancia lo rodeaba y, en lugar de reconocer en Morena una alternativa para sí mismo, como partido, buscó por enésima vez, y a pesar de sus fracasos, la alianza con el PAN (sólo en algunos casos la alianza PAN-PRD ganó, pero, en general, puede decirse que el segundo le regaló sus votos al primero por muy pocas ventajas para el Sol azteca). Con Ricardo Anaya, así como antes con Moreno Valle o Yunes, para sólo mencionar dos ejemplos de candidatos de obvia derecha, volvió a perder, pero esta vez para pasar a formar parte de la chiquillada de los partidos.
López Obrador, Batres y muchos más ex perredistas, que largo sería mencionar, sí entendieron lo que estaba ocurriendo en el país y que el descrédito de Peña Nieto tenía que ser aprovechado con una propuesta diferente a sus políticas económica y social. Finalmente ganaron, y más de lo que imaginaban. Toca ahora a las bancadas morenistas en el Congreso de la Unión actuar con inteligencia y convocar, como lo hiciera Batres hace 18 años, a los demás grupos parlamentarios a suscribir sus propuestas, en lugar de enfrentarse a gritos y desmesuras con quienes perdieron. No les queda. Los triunfadores deben demostrar que son mejores que los perdedores, y más ecuánimes.