Por Luis Flores.
Automático
Hace algunos años tuve que tomar un auto de alquiler de estos que uno llama por medio de una aplicación telefónica a media noche, esperé unos minutos en una esquina solitaria y oscura y diez minutos después llegó el auto, el trayecto no era muy largo pero lo primero que me llamó la atención es que el conductor no me preguntara por alguna ruta más rápida y se dedicaba a seguir el camino que le dictaba la vocecita de la aplicación que va mostrando las calles de la ciudad. Le sugerí ir por otro lado para llegar más rápido y le di como referencia algún punto muy conocido de la ciudad y su respuesta fue que no conocía la ciudad que era la primera vez que manejaba por estas calles, que venía de otro estado y que para aprovechar el tiempo decidió tomar algunas solicitudes de viajes. Lo curioso es que sólo se guiaba por la información que le daba esta aplicación y al mismo tiempo iba manejando por primera vez por calles desconocidas de una ciudad, desconocida para él en mitad de la noche, ese fue un viaje extraño y me hizo pensar en la dependencia que hemos desarrollado de la tecnología y también sus ventajas por las que en este caso una persona puede moverse por calles desconocidas sólo siguiendo las instrucciones de un teléfono algo que hace pocos años habría sido imposible. En otras épocas el chófer era el que conocía la ciudad, él que sabía los atajos y las zonas peligrosas a las que era mejor no acercarse, información que solo se logra viajando por años por una ciudad que va conociendo poco a poco y que es el bagaje necesario para ser un buen conductor, pero las cosas han cambiado y estamos olvidando esas sutilezas y muchas de las actividades cotidianas o de trabajo las estamos haciendo automáticamente, ya no aprendemos por experiencia directa, la falta de tiempo nos hace delegar esos procesos a las máquinas y poco a poco vamos perdiendo habilidades que antes eran esenciales, nos cuesta mucho trabajo memorizar un simple número de teléfono y lo almacenamos en algún dispositivo y automáticamente lo olvidamos, lo mismo pasa con los datos digitales que almacenamos en nuestras computadoras y celulares, miles de datos que quizá nunca volvamos a usar pero que están ahí, mientras nuestra memoria falla cada vez más por falta de uso, me ha tocado ver a dependientes de tiendas de conveniencia que no son capaces de realizar las operaciones matemáticas más simples y tienen que sacar la calculadora para corroborar que dos más dos siguen siendo cuatro, cosas simples que al irse acumulando nos van atrofiando las habilidades esenciales que creíamos inherentes al ser humano. Ahora, como aquel conductor, viajamos a ciegas por ciudades desconocidas guiados por las líneas que aparecen en la pantalla de nuestro teléfono, sin preocuparnos ni siquiera en qué lugar estamos, estamos perdidos, pero ni de eso nos damos cuenta.