IMPULSO/Alberto Aziz Nassif
La famosa pregunta de Mario Vargas Llosa: “¿En qué momento se jodió el Perú?”, de su novela Conversación en La Catedral, viene como anillo al dedo a la actual situación de México. Las malas noticias no tienen fin y abundan los muertos. El crimen organizado se expande y fortalece, ya sea en su versión de narcotráfico o de secuestro, de asesinato o robo. Quizá, una fecha importante para ver en qué momento se jodió el país pueda ser diciembre de 2006, cuando Felipe Calderón —con su disfraz verde olivo— declaró la guerra contra el narcotráfico. Ya pasó más de una década y cada vez estamos en una situación peor. En las últimas semanas se han acumulado otra vez acontecimientos terribles y declaraciones políticas que muestran un panorama desastroso. Algo muy grave se ha echado a perder, es decir, la capacidad del Estado para enfrentar al crimen organizado, dar seguridad y defender el patrimonio nacional. Hay episodios de una crueldad insoportable que llevan a preguntarnos, ¿cuándo se jodió el país?
Los que roban gasolina se han pasado y hoy existe un delito que ha crecido de forma exponencial en diversas regiones. El robo de combustible se ha vuelto un delito masivo, se calcula que de unas 15 tomas clandestinas en el año 2000 se ha pasado a unas mil 533, lo cual ha llevado a una pérdida de unos 8 mil millones de dólares (El País, 6/V/2017). Hace unos días estalló una crisis por el enfrentamiento entre militares e integrantes de bandas en Palmarito, municipio de Quecholac, Puebla, donde perdieron la vida cuatro soldados y seis civiles (EL UNIVERSAL, 6/V/2017). Para haber llegado a este punto hay que pensar que esta dimensión de robo no se hace de forma clandestina, sino a través de una gran red de complicidad que escala diversos niveles de responsabilidad. Con la crisis reciente se han enviado más soldados a la zona y, otra vez, el Ejército cumple las funciones que las policías locales y federales no hacen, pero el problema sigue.
En la pasada reunión de los gobernadores (CONAGO) en Jojutla, Morelos, con el Presidente de la República, volvió a salir el tema del déficit de seguridad. El Gobierno federal hace llamados a los gobiernos locales para que asuman su responsabilidad en materia de seguridad, pero no hay cambios. El fracaso de la estrategia de seguridad fue reconocida por el propio Peña Nieto frente al incremento de los delitos. Por más que se quiera responsabilizar a los gobiernos locales, que llevan una parte, no se puede dejar de lado que hay un problema general, nacional, y que el Estado no ha podido con el problema. Como dicen los clásicos, cuando se aplican las mismas recetas, los resultados no pueden ser diferentes. Los apoyos federales a los estados empiezan a ser condicionados, para ver si las autoridades locales pueden hacer algo frente al crimen organizado. A estas alturas del sexenio resulta complicado que se pueda instrumentar un cambio de estrategia.
Es muy preocupante lo que vemos de forma cotidiana, las expresiones de violencia de un país que se ha vuelto más cruento. La familia que fue asaltada en la carretera México-Puebla, en la madrugada del pasado 2 de mayo, donde una hija (14 años) y la madre fueron violadas, se asesinó a un bebé y golpearon duramente al padre, es un foco rojo de los niveles a los que se ha llegado. En esos días apareció una mujer muerta dentro de la UNAM, con signos de estrangulamiento, otro feminicidio. Son casos que nos hablan no sólo de una sociedad asolada por el crimen, sino de un grave deterioro moral. A estos ejemplos se pueden sumar las muchas fosas clandestinas en donde aparecen restos humanos de los miles de desaparecidos que ha habido como resultado de esta guerra, junto con un largo y tenebroso etcétera.
Muertos y enfrentamientos, asaltos y violaciones, feminicidios y fosas clandestinas, este país de la nota roja resulta cada día más insoportable.
@AzizNassif
Dato
Después de más de una década de guerra y violencia, y con una estrategia que no ha resultado eficaz, es momento para cambiar el modelo de seguridad.