Octubre 9, 2024
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En las nubes


IMPULSO/ Carlos Ravelo Galindo

En espera del tren

Todos los días, conocemos las noticias más cruentas y contemplamos imágenes de destrucción en masa. Asesinatos, muerte de víctimas inocentes, pero seguimos despreocupadamente nuestra vida.

 

Nos parece que esas cosas siempre  pasan a otros. Deseamos que desaparezcan el hambre y la miseria en el mundo. , solo para que no nos  molesten demasiado.

Deseamos que nadie sufra junto a nosotros, porque no queremos  ver amenazada nuestra pequeña felicidad. Eludimos  el sufrimiento.

Anestesiamos nuestro corazón ante el dolor ajeno y permanecemos distantes  de todo lo que puede turbar nuestra paz.

Y sin importarnos salimos  felices y serenos a votar para designar a quienes  seguirán con las falsas promesas de costumbre: Corregir lo malo. Vaya, con el engaño de costumbre, al que ya estamos habituados. Como las medicinas: de patente, genéricas y similares. Casi iguales, pero de menor precio y calidad. Como hoy vemos.

Esta actitud nos convierte  en cómplices de la maldad. De la mentira. Del engaño en que nos han sometido, no solo las autoridades, a las que hay que mentirles, para que no tomen revancha. Como en el cuento del tren, que a continuación nos ilustra en ambos casos. Con toda intención lo platicamos. Una mujer va a una mueblería a comprar un armario.

Para que le saliera más barato lo  adquiere desarmado, esos que vienen con instrucciones para armar en casa.

Llega a su hogar, lo arma y le queda perfecto. Unos momentos después pasa el tren (vive justo arriba de la estación) y el armario cae desarmado sobre el suelo. Provoca un gran estruendo.

Lo vuelve a armar, vuelve a pasar rápidamente el tren y el armario se cae en pedazos de nuevo.

Tras el tercer intento, muy enojada, llama a la mueblería, explica el problema y le dicen que le enviarán un técnico para que vea cuál es el problema.

Llega e l hombre, arma el armario, y en pocos segundos queda listo. Pasa el tren y ¡Brruuuuummmmm!, el armario cae nuevamente al suelo.

Finalmente el técnico le dice a la señora:- Mire, lo armaré otra vez. Me meteré dentro y cuando pase el tren, desde el interior, veré mejor cuál es el problema.

Lo arma, se mete dentro y en aquel momento llega el marido de la mujer.

— Cariño, ¡qué armario tan bonito!, le dice.

Abre la puerta, ve al instalador, y le dice: – Y usted, ¿qué hace aquí?

— Pues mire, le voy a decir que he venido a acostarme con su mujer, porque si le digo que estoy acá en espera a que pase el tren no me lo va a creer!

Nunca se cree la verdad. Ya nos acostumbraron.

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