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IMPULSO/ Carlos Ravelo Galindo, afirma:

El gran Pavarotti

Quién iba a decirle a Fernando Pavarotti, aquel humilde panadero de Módena, Italia,  aficionado a la ópera, que Luciano, su único hijo varón, iba a ser la mayor leyenda del bel canto del siglo XX.

Nacido el 12 de octubre de 1935, Luciano Pavarotti creció rodeado de música y pronto supo que la vocación de su padre era también la suya. Junto a él dio sus primeros pasos artísticos, en el coro del Teatro de la Comunna de su ciudad, y junto a él vivió por primera vez esa sensación mágica de subir a un escenario y emocionar al público con su voz. 

Fue durante el Concurso Internacional de Canto en Llangollen (Gales), donde padre e hijo obtuvieron el primer premio del certamen junto a la Coral de Gioachino Rossini. Estamos en 1955. Ya no hay marcha atrás. El joven Luciano ha decidido dedicarse profesionalmente al canto y hacer carrera como tenor.

Mientras cursa estudios en la “Scuola Magistrale” -donde después de graduarse trabajó como maestro de primaria- decide estudiar canto, primero con Arrigo Polo, en Módena, y luego con Ettore Campogalliani, en Mantua, la Opera Rigoletto: Un intenso drama de pasión, engaño, amor filial y venganza con una figura central, Rigoletto, el bufón jorobado de la corte del Ducado de Mantua.

El 29 de abril de 1961 Pavarotti se presenta al Concurso Internazionale de Opera, de Reggio Emilia. Es la primera vez que interpreta una ópera completa, nada menos que “La Bohème”, de Verdi, da vida a su protagonista, Rodolfo. 

Su éxito es clamoroso. Pavarotti obtiene el Primer Premio del certamen. Automáticamente  abre las puertas del circuito operístico mundial. Ha nacido un mito. 

Sus primeras apariciones internacionales son en Amsterdam, Viena, Zurich y Londres en 1963. 

Para el año 1965, ya debuta como Edgardo, de “Lucia di Lammermoor”, en Miami, junto a la conocida soprano Joan Sutherland. Esta producción, que le llevaría hasta Australia, marcaría el inicio de lo que sería una brillante historia conjunta. Pero sin duda, el hito de este año fue su debut  en La Scala, de nuevo en el papel de Rodolfo, el personaje que más alegrías le proporcionaría a lo largo de su carrera.Años después regresaría a Milán para interpretar a personajes como El Duque, de “Rigoletto”, Tebaldo (“I Capuleti e i Montecchi” de Bellini) y Des Grieux (“Manon” de Massenet), o el “Réquiem” de Verdi para  celebrar   el centenario de Toscanini    en    1976. 

Diez años antes el nombre de Pavarotti ya se ha consolidado internacionalmente en el Convent Garden de Londres, donde le conceden el título de “Rey de la Octava Do”. 

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