IMPULSO/ Carlos Ravelo Galindo
Los trescientos millones y algo más
Nos enteramos que el gobernador en Querétaro ofreció 300 millones de pesos y algo más para arreglar desperfectos, muchos que existen de siempre, en San Juan del Río.
Se lo comunicamos a diversos amigos que por allá residen, y uno de ellos, afirma:
“Así es, por acá anduvo Pancho, como le llaman en los diarios (y no sé dónde más) al gobernador panista. Yo me enteré por El Sol de San Juan del Río, de la OEM, con detalles de millones de pesos por acá y millones por allá, pero lo que las lluvias están sacando a luz y no arreglan, son los agujeros en las calles, que nada más estaban cubiertos con tantita tierra y cemento, o algo así.
Muchas calles son aún de tierra suelta, o de piedra, como donde vivo. Y hay muchos topes en la ciudad. En los que están por mi rumbo, se paran los caribeños que viajen en La Bestia, para pedir alguna ayuda. Y como el municipio no pinta rayas amarillas en esos topes, hay espontáneos que lo hacen y luego piden cooperación a los automovilistas cuando van pasando.
Está divertido este rancho. Cualquier callecita se llama avenida, son de doble sentido aunque sólo tengan dos carriles, y hay algunas por donde se pueden ver por igual milpas, casas particulares, restaurantes, salones de fiestas, bazares, negocios de materiales de construcción, etcétera, todo revuelto. Y muchos Oxxo; ningún 7 Eleven. Hay también calles con camellones arbolados, y para comprar el periódico hay que ir un poco lejos. Mis revistas nunca las encuentro, o llegan a fines de mes. En días pasados me vendieron una… ¡de junio de 2016!
Al menos, mis variedades de Dolce Gusto sí las hemos encontrado. Algo que nos gustó, es la clínica del IMSS. Muy grande, con poca “clientela”, la atención muy rápida, y hasta nos tocó una doctora risueña y platicadora. Por acá no hay Sanborns, Ticket Master y otros negocios a veces necesarios; tampoco tenemos Bisquets de Obregón, o de Mancera, pero hay pan muy bueno en algunos expendios. Y nos atrevemos a ir al Centro, y hasta manejando yo. Por acá no es una pesadilla como en mi natal Ciudad de México.
En fin, superadas nuestras primeras semanas, que fueron complicadas porque había que descubrir y tramitar todo, ya vamos aclimatándonos mejor, si bien dentro de la casa seguimos destapando cajas de Pandora para ver dónde ponemos tantos tiliches, o quién se los lleva. El tiradero es todavía mayúsculo, a pesar de que todos los días desechamos o acomodamos algo; mucho o poco.
Aún nos falta arreglar la entrada (cochera y microjardín), poner el pasa manos de la escalera y otros detalles así. Se nos irá el resto del año en dejar esto decente, dentro de lo que permitan los recursos. ¿Año perdido, entonces? Sí, para los miles y miles (ja ja ja) de lectores que se han quedado sin los textos que nunca pude ni podré escribir, y para los muchos autores cuyos libros he dejado de leer por estar dentro de las cajas aún”.