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IMPULSO/Carlos Ravelo Galindo
Otra de vaqueros

Con “aprender a aprender” responde doña Rosa Chávez Cárdenas respecto a las “mejoras” a la educación del sumo gobierno. Son sencillos sus argumentos, pero imprescindibles. Su certeza nos obliga a compartir sus puntos de vista y a unirnos a su vehemencia, por no decir ímpetu.

Después de 58 años sin cambios, solo con algunas modificaciones, la Secretaría de Educación nos presenta el “nuevo modelo educativo” que entrará en vigor en el ciclo escolar del 2018. Los primeros resultados del cambio se verán en diez años. No antes.

En las redes sociales promocionan el nuevo modelo: “Aprender a Aprender”, que significa, aprender a pensar, a razonar, a comprender y diferenciar entre lo que importa y lo que no importa.

El nuevo modelo, claro, se reprueba a sí mismo. Ella pregunta: ¿entonces antes no aprendíamos a pensar, no razonábamos, y no nos dábamos cuenta de nada? Entonces ¿para qué fuimos a la escuela? ¿Lo aprendimos de la nada?

Esta manera de promocionar el nuevo modelo se parece a los partidos políticos cuando están en campaña: “nada de lo que hizo el otro partido es bueno”. Y con toda la soberbia presumen que van a iniciar de cero, porque nada estaba bien hecho.

Campañas que desorientan y confunden, por eso no avanzamos. Y se desperdician recursos. Por si no lo saben, México es de los países que más recursos asigna a la educación: más del 5 por ciento del PIB, pero se encuentra en los niveles más bajos en la lista de la OCDE.
Con el nuevo proyecto esperan revertir los malos resultados.

El reciente modelo reduce los contenidos de las materias y la memorización, privilegia la comprensión y el lenguaje, incluye las clases de inglés y habilidades socioemocionales. ¿Cómo creerle al gobierno que éste proyecto es el bueno, cuando se pierde en la burocracia? Parece programa de campaña.

El ex presidente Vicente Fox presumía en su sexenio que los niños aprenderían inglés por computación, y para tal fin se invirtió en el programa llamado Enciclomedia, el cual fue un fracaso con costo al erario de 25 mil millones de pesos.

Los equipos para operar el programa: una computadora, un pizarrón electrónico y un proyector, terminaron arrumbados. Se compraron a buen precio, a los amigos o recomendados. Algunos llegaron a escuelas donde no había energía eléctrica para conectarlos. Pero se presumieron.

En el sexenio de Felipe Calderón destacó la prueba Enlace, que fijaba metas cuantitativas y representó otro derroche de recursos, pero no se avanzó en lo sustancial. No mejoraron los procesos educativos para alcanzar óptimos niveles de aprendizaje.

No podemos quedarnos rezagados ante la velocidad de los avances científicos y tecnológicos y la gran cantidad de información existente en el mundo actual.

Las instituciones educativas necesitan una nueva cultura del aprendizaje. La educación tradicional de memorizar ya no funciona; es necesario pensar creativamente, con innovadores críticos, responsables, autónomos, que desarrollen habilidades y trabajo en equipo: colaboración en lugar de la competencia. La mejor enseñanza no es la que se transmite de cabeza a cabeza, sino la que se construye con el corazón.

El proyecto tomará tiempo para implementarse. Contamos con insuficientes maestros de inglés, incluso se necesitan más maestros en otras materias impartidas en español.

No se puede controlar a un grupo de 30 y hasta 60 alumnos con cerebros tan acelerados que fácilmente pierden la atención. Las clases tienen que ser dinámicas, interactivas. Por supuesto que son necesarios recursos audiovisuales para impartir historia, geografía, biología. Vaya, tener calidad de tiempo, en lugar de cantidad. Que quede claro que el arte y el deporte son tan importantes como las matemáticas.

Dato
Como ocurrió en la India que se saturaron de ingenieros. Y que ante la falta de trabajo, se desplazan por el mundo, en su búsqueda.

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