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En las nubes

IMPULSO/Carlos Ravelo Galindo
De las madres
Javier Valdez Cárdenas, enésimo periodista asesinado. Allá en Culiacán, Sinaloa. A pleno día. Con infinita tristeza, nos atrevemos a preguntar a nuestras “autoridades”: Ahora, quién sigue.

Mejor algo gratificante, como leer a la escritora Rosa María Campos. Se refiere como progenitora a la madre.

“Diez de Mayo” nos recuerda que nacimos de mujer, en cuyo vientre se desarrolló el vehículo que ocuparíamos para vivir en este planeta… que durante nueve meses ella nos nutrió de alimento, oxígeno y emociones, que nos dejarían marcados para el resto de nuestros días.

También esta fecha nos hace conscientes de que, antes de nacer, creamos lazos tan fuertes con nuestra madre que ni la muerte logra disolverlos.

El Día de las Madre propicia además reconsiderar el apabullamiento de las mujeres bombardeadas de imágenes del gran padre, activo, racional.

Apuntala sin discreción a la sociedad patriarcal que representan estadistas misóginos discriminadores, controladores, abusivos, dominantes, mentirosos, prepotentes, dictadores, ciegos ante un mundo urgido de oxigenarse con un nuevo sistema de colaboración solidaria.

De conexión en vez de jerarquía, con prioridad en los valores femeninos: cariño, no violencia, compasión, conexión, gestación, para sanar el desequilibrio psicológico creado por la hegemonía masculina, que colapsa nuestro planeta.

Identificarse con un aspecto particular de nuestra naturaleza es reducir y limitar nuestra personalidad. La maternidad es universal y los hombres también tienen su parte maternal que da a luz y crea.

“Todos somos madres, todos gestamos y procreamos nuestro mundo actual y venidero”. Habla también de la “Madre Prehispánica. Y sostiene Rosa María que “nuestros” prehispánicos rendían tributo a las embarazadas. En su honor, moldeaban esculturas de oro y plata que mostraban como representantes de la Gran Madre, la fuerza creadora todopoderosa, dominante sobre el hombre, la vida y la muerte.

La gran madre encarnaba el deseo humano de fertilidad. Era el cielo, el sol, la luna; diosa de la salud, curación, amor, guerra, victoria y sabiduría. Proveedora y educadora. Defensora de la tierra, árboles y animales. La guardiana de las tradiciones que heredarían los hijos.

El festejo para la madre mexica se realizaba en primavera, en el Cerro del Tepeyac, dónde se honraba a la madre Tonantzin, cuyo nombre significa «nuestra madre venerable». To “nuestra”, Nan(a)- “mamá” Tzin “reverencia, cariño”.

En Tonantzin, los aztecas reconocían a la representante de la energía femenina emanada por el espíritu creador.

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