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En las nubes

IMPULSO/ Carlos Ravelo Galindo
Mis bendiciones

En especial, hoy que inicia la Pascua Florida, a doña María Luisa y a sus hijos los doctores Mauricio y sarita.

Los licenciados Gabriel y Brenda y David Ravelo Izquierdo no olvidamos que nos dieron casa, vestido, sustento y salud.

A veces, cuando parece que la vida se resquebraja en pedazos, nos olvidamos de considerar nuestras bendiciones. Nos sentimos mal y perdemos de vista los motivos para estar agradecidos a la vida.

Toda la sabiduría humana se concentra en dos palabras: espera y esperanza, digo. Abre los ojos y mira cómo la vida no es tan mala, después de todo… Porque son cosas simples las que de verdad cuentan.

Esto viene como consecuencia de uno de nuestros libros que edito el Club Primera Plana. Y, sí, lo llamamos “Mis Bendiciones”. Cada capítulo inicia con una. Y así hasta el final. Hablamos, vaya, humildemente bendecimos ¿quién somos, para hacerlo?, a quienes leían nuestra prosa, de periodista.

Las hemos recopilado y las vamos a exponer:

“Benditos sean aquellos que comprenden mi falta de memoria y nunca me dicen: ya has repetido la historia dos veces. Benditos aquellos que siguen aquí y humildes, no obstante su inteligencia y cultura. Benditos sean aquellos que parecen comprender que hora mis oídos se esfuerzan para oír las cosas que ellos dicen. Benditos sean aquellos que con una sonrisa amable se detienen a hablar conmigo por unos momentos. Benditos sean aquellos que disimulan cuando derramo el café. Benditos sean aquellos que me perdonan cuando cometo un error. Benditos sean aquellos que parecen comprender por qué mis ojos están empañados. Benditos sean aquellos que entienden lo torpe de mi caminar y la poca firmeza de mi pulso. Benditos los que quieren que me muera…pero no les hago caso. Benditos sean aquellos que saben lo difícil de encontrar fuerzas para llevar mi cruz. Benditos sean aquellos que con una sonrisa amable se detienen a charlar conmigo por unos momentos. Benditos todos. Buenos y malos. Benditos sean aquellos que me hacen saber que soy querido, respetado y que no estoy solo. Bendita memoria que todavía no se apaga en su totalidad. Benditos sean los que sueñan y otros que se olvidan de la realidad. Benditos sean aquellos que no callan por temor. Benditos y benditas sean aquellos que aún me alientan. Benditos aquellos que me entiendan. Benditos los que han llegado hasta aquí. Benditos sean todos”.

En el libro, concluyo con una cita de Oscar Wilde: “Desde hace muchos siglos, los vencedores y los ricos con la esclavitud de los vencidos y de nosotros los pobres, que nos dejamos”.

Hoy, por esta simbólica fecha del catolicismo, reconsideramos y pensamos en primera persona. Éstas son mis pequeñas-grandes dichas por las que dar gracias:

Mi bendición es poder cuidar de mí mismo y ocuparme de mi propia vida e intentarlo también por ti. [email protected]

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