Diciembre 26, 2024
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IMPULSO/ Carlos Ravelo Galindo
Enemigos a secas (I)

Se necesita entender que el tiempo y el uso son los que embellecen y los revisten de dignidad y nobleza. Nada hay más hermoso que un libro que ha pasado por diferentes manos y ha conservado sus características originales.

El médico Fernando Calderón Ramírez de Aguilar nos permite, de vez en vez, entrar en su biblioteca. Nos advierte de tener cuidado. Mucho cuidado. Y nos previene de los enemigos, muchos, que tienen los libros.

Y hace referencia a lo estupenda crónica sobre la lectura, en atril, de los libros. Y recomienda hacerla en voz alta en las escuelas, como la colega Norma Vázquez, que acabas de leer.

Nos preguntan sobre éste galeno. Este médico tiene de quien heredar y obtener sus conocimientos literatos. Es nieto de don Jacobo Dalevuelta, gran escritor oaxaqueño, en cuya capital se le tiene una estatua al mérito.

Sobrino del gran periodista, investigador y escritor don Alberto Ramírez de Aguilar. Estrella en el EXCELSIOR de don Rodrigo de Llano y Gilberto Figueroa.

Primo hermano del escritor y poeta Eugenio “Keno” Aguirre Ramírez de Aguilar. También de los periodistas y colegas, Emilio y Fernando Ramírez de Aguilar, en Quadratín.

Y lo más importante, es nuestro amigo desde hace medio siglo.

Charlar de letras, de prosa, de libros con el que fue director de Ortopedia y Traumatología del Centro Médico Siglo XXI del IMSS, nos pone a pensar lo poco o casi nada que sabemos. Y presumimos.

Sin más, don Fernando da su pronóstico, en el que coincidimos muchos: Los enemigos de los libros son muchos. Incluso desgraciadamente el mismo que los crea, escribe, guarda, atesora. Que dice cuidar, da dignidad, nobleza, etcétera.

El hombre, el autor, es el mismo que los destruye. Evita su difusión, su adecuada guarda y su mantenimiento.

Horrible tener que decirlo, pero así es. En esta plática no solo se escribe sobre él. También de las otras causas, que él y solo el hombre puede controlar y evitar que sucedan.

El libro forma parte del alma del hombre sin duda por mandato divino, como ha ocurrido con la Biblia y con el Corán, ya que es una fuente inagotable de conocimientos, que se transmiten de generación en generación a través de los siglos.

Si han sabido ser cuidados y guardados con la eficiencia y el amor necesarios para preservarlos, ilustrarán a las generaciones subsecuentes sobre todo en los arcanos del pasado y así forjar la historia del presente.

Los libros ese remanso de paz, de alegría, de transmisión del conocimiento, nos hace participar de las experiencias de los demás seres humanos.

Se editan plasmados en ese frágil continente que es el papel. Un ente delicado, quebradizo, deleznable sujeto a que cualquier elemento mal usado o un ser irresponsable, lo destroce.

Pero mejor, por interesante, seguimos mañana. craveloygalindo@gmail

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