Noviembre 20, 2024
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En las nubes

IMPULSO/ Carlos Ravelo Galindo
La utopía I
Pensamos que debíamos compartir con todos ustedes este inspirado mensaje que recibimos de uno de los lectores de nuestro trabajo. Es un escrito hermoso y esperamos que lo disfruten tanto como nosotros. Por supuesto, no obstante, por su mismo entusiasmo, y porque muchos hemos tenido diversas experiencias, aplaudimos a quien nos envía esta perfección de vida, vaya, una utopía:

“Mi nombre es Fernando y he sido lector de esta página por algunos años. Siempre quise escribirles una carta sobre la vida, ya que he visto que hablan mucho de cómo lidiar con los problemas de la edad.

Tengo 83 años, y no entiendo por qué las personas se quejan sobre el hecho de envejecer. Para mí, cada década de mi vida me ha enseñado algo.

Intenté hacer esto como una pequeña historia, pero mejor lo diré tal cual es. Así es como, personalmente, he amado cada década de mi larga existencia.

En mi primera década de vida (uno a nueve años), no recuerdo mucho sobre mis primeros años de vida, pero puedo ver el amor que mis papás me tenían cuando era un pequeño.

El amor que brillaba en sus rostros como hogueras, y que me calentaba a medida que crecía. Mis primeros recuerdos son esa calidez, protección y confianza ciega. ¡No es una mala manera de comenzar el camino de la vida!

De los cinco a los 10 años, recuerdo mis primeros límites, y descubrir mis primeras limitaciones físicas como correr, saltar, sentir y llorar.

Aprendí a experimentar la emoción pura de un anhelo, y descubrir sin miedo lo que un cuerpo joven es capaz de hacer.

Fue un tiempo de magia y preguntas. Como cuando las leyendas urbanas parecían ser tan ciertas como el sol encima de mí, y las casas vacías eran cazadas por fantasmas del pasado, que esperaban devorar a los niños pequeños que no hacían caso.

La magia estaba en el mundo, y yo era una parte de esa sensación mística. Me encantó. En la segunda década de mi vida (Entre los 10 y los 20).

Se podría decir que me convertí en quien soy en mi interior, en lo que compone mi yo adolescente. Me recuerdo que al mirar por la ventana, hace preguntas sobre la vida y traté de hacer que todas las piezas del rompecabezas encajen en mi mente. Soñé con grandeza, riqueza y fama. Sentí la primera aceleración de mi corazón a los 12 años, mientras miraba a un par de ojos azules como el mar a través del aula de Séptimo Grado.

Mi corazón se rompió por primera vez a los 14 años, pero encontré el verdadero amor a los 17 años, y lo perdí antes de los veinte. Todavía pienso en ella a veces, preguntándome qué hubiese pasado si hubiésemos tomado otro camino. Sin embargo, estoy contento con lo que elegí.

Aprendí a valorar la amistad sincera, y a conocer el sacrificio y el compromiso que requiere una verdadera amistad.

Aprendí que esto tiene un valor enorme, y que ser leal con un amigo es un motivo para estar orgulloso. [email protected]

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