Noviembre 14, 2024
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En las nubes

IMPULSO/ Carlos Ravelo Galindo
La rosa azul o la unidad
En esencia, no somos más que flores de un gran jardín. Hoy, muy descuidado.

Hace tiempo escuché esta bonita historia y recientemente la recordé porque nos encontramos en una situación similar: Nos demandan ofrecer unidad al minusválido.

Al considerar la singularidad de aquella rosa azul, llamémosla de tal forma, supe exactamente cómo debía actuar.

Porque un simple gesto de amabilidad puede ser muy significativo. Espero que esta historia te inspire tanto como a mí. Un único momento de inspiración marca la diferencia. Diría nuestro rector de la UNAM, al convocar a una marcha, de dos, de unidad. El domingo.

Se las platico con infinita humildad, por quien se trató, entonces.

Estaba en el supermercado, y me dirigí al mostrador de salida. Pero en el pasillo un adolecente me bloqueo el paso. Esperé pacientemente a que se diera cuenta. Entonces el chico grito: “Mamá estoy aquí“. El chico tenía alguna discapacidad mental. Creo que Dawn. Cuando se volteo y me vio tan cerca, se sorprendió. Sus ojos se ensancharon cuando le pregunte: Oye amigo ¿Cómo te llamas? Me llamo Dani y estoy de compras con mi madre”; respondió con orgullo.

¡Oh dije. Es un nombre fantástico, me encantaría llamarme como tú. Pero mi nombre es Emilio. ¿Emilio, como Emiliano? pregunto el chico. Exacto respondí. Y cuántos años tienes, Dani ¿Qué edad tengo ahora, mama?” pregunto a su madre, que caminaba hacia nosotros. Tienes 15 años, Dani. Ahora se buen chico y deja pasar al señor.

La salude pero seguí en charla con el joven Dani durante unos minutos más sobre sus gustos y aficiones. Aprendí mucho sobre él. Que estaba muy emocionado de ser el centro de atención de alguien. Luego se fue, a la carrera hacia la sección de juguetes.

La mamá de Dani me agradeció que charlase con su hijo. Me contó que la mayoría de gente ni siquiera lo mira, y mucho menos habla con él. A veces también se burlan. O simplemente lo ignoran.

Entonces le dije algo y no tengo la menor idea de donde me vino: En el jardín de Dios hay un montón de rosas rojas, rosas y amarillas. Pero las” rosas azules” son muy raras y deben ser apreciadas por su belleza y distinción.

Dani es una rosa azul. Y todo el que no se detiene a olfatear y tocar esa flor, ignora una bendición de Dios. La mujer quedó en silencio y luego, con una lagrima en los ojos, me preguntó: “¿Quién es usted?” Sin pensarlo dije: Oh, yo no soy más que un diente de león, pero vivo en el mismo jardín. Ella extendió la mano y apretó la mía, y dijo: Dios lo bendiga. Y entonces, a mí también, me saltaron las lágrimas. ¿Habrá entendido el señor de Los Pinos? Ojalá. Le hará bien.

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