Diciembre 24, 2024
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En las nubes

IMPULSO/ Carlos Ravelo Galindo
A favor y en contra de la cigüeña II

Seguir con la idea de adivinar el futuro con el Werito del norte, es incurrir en el sarcasmo. Vivimos ocupados en muchas cosas, para insistir en la ironía. Los días vienen y se van rápidamente, por conseguir muchas cosas que muy pronto se nos escapan.

Llenamos nuestra vida de muchas experiencias y, sin embargo, no terminamos de sentirnos satisfechos. También nos dejamos arrastrar por muchas cosas y en ninguna de ellas parece que encontramos nuestro descanso.

Hablemos mejor de lo tangible. Lo de hoy. Ayer ya pasó y mañana, apenas,  llegará. Dejemos a los que cobran como políticos hacer su tarea. Y confiemos en que llegarán a buen puerto.  Tal como en diez puntos lo acaba de dar a conocer a México, el señor que habita en Los Pinos. Por ello, es mejor continuar con la historia, gracias a José Antonio Aspiros Villagómez.

Hace 30 años
Cuando, el 11 de julio de 1987, la población de la Tierra alcanzó la cifra de 5 mil millones de seres humanos, una ola de neomalthusianismo prevalecía ya en las altas esferas internacionales de decisión, y las campañas nacionales de control natal eran casi una exigencia externa para acceder a ciertos beneficios, especialmente créditos del Banco Mundial.

En esa fecha, el secretario general de la ONU, Javier Pérez de Cuéllar, proclamó a un niño croata nacido en Zagreb, Yugoslavia, como el habitante 5 mil millones del planeta.

El funcionario aprovechó la ocasión para referirse a un aspecto medular del fenómeno de la explosión demográfica: dijo que ésta no debe ser temida, pues “la Tierra tiene suficientes recursos para casi el doble de la población actual, y el crecimiento de la humanidad se parará, según toda probabilidad, dentro de un siglo”.

¿Creced y multiplicaos?

Tradicionalmente, los países desarrollados han sostenido que la pobreza en el Tercer Mundo tiene su raíz en una natalidad muy por encima de la tasa de reemplazo, que es de 2.1 hijos por pareja. Y, en consecuencia, para los ricos la solución está en el control de la cigüeña. Cortar las alas a la cigüeña.

En opinión de las naciones en desarrollo, es la desigual distribución de los recursos en el planeta y no el número de sus habitantes, el origen del problema. Hay dos ejemplos: Estados Unidos, con 6 por ciento de la población mundial, consume 50 por ciento de los recursos planetarios, y un neoyorquino necesita 20 veces más satisfactores que un habitante de Bombay en la India.

Por ello, durante las conferencias mundiales sobre población que tuvieron lugar en 1974 en Bucarest, Rumania, y en 1984 en la ciudad de México, los ricos encauzaron sus alegatos al aspecto puramente demográfico, mientras que los pobres insistieron en un enfoque de conjunto que incluyera salud, vivienda y reactivación económica.

La opinión de Malthus

En una reunión preparatoria de la Conferencia de México, el presidente de la misma y representante del país anfitrión, Gerónimo Martínez, rechazó los planteamientos neomalthusianos y dijo que la política poblacional debe estar inspirada por un contenido “cualitativo, social y humanista”. México reconoció constitucionalmente en 1974 el derecho de las parejas a la planificación familiar.

Thomas Robert Malthus, economista inglés, sostuvo en el siglo XIX que mientras la humanidad se reproduce en progresión geométrica, los alimentos lo hacen en progresión aritmética, y sugirió que, en consecuencia, las parejas tuvieran menos hijos.

Los neomalthusianos quieren lo mismo, pero limitado al Tercer Mundo, que es donde estará el 95 por ciento de los 6,200 millones de seres humanos que habrá en el globo terráqueo para el año 2000.

 

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