Diciembre 25, 2024
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En las nubes

IMPULSO/ Carlos Ravelo Galindo
Las tres constantes

A propósito del comentario de don José Antonio Aspiros Villalobos sobre los recuerdos. Nosotros aportamos algo más con amplio conocimiento de causa. Seguramente, con las tres constantes, podremos reflexionar.

Piensa en cuando eras pequeño, al igual que la mayoría de los niños, seguro que estabas ansioso por crecer, por celebrar tu cumpleaños cada año y por sumar un año más.

Pero, generalmente, cuando llegamos a los 30 años, nuestra percepción sobre el envejecimiento y la celebración de nuestro cumpleaños cambia. Es cuando ya no nos gusta tanto cumplir años como cuando éramos niños.

Lo hermoso es que no dejamos de aprender a lo largo del camino (mientras nos hacemos mayores). Ésta es una reflexión alegre sobre lo positivo que tiene envejecer. ¡Disfruta!

Seguramente, has pensado que la única vez que aspiramos a envejecer en nuestras vidas es cuando somos niños. Antes de cumplir 10 años, estamos tan ansiosos por crecer que incluso decimos nuestra edad en fracciones” tengo cuatro años y medio, casi cinco”. Pero nunca decimos tengo 36 años y medio, o 59 casi 60.

Durante nuestra adolescencia comenzamos a redondear nuestra edad. Decimos que tenemos 16 años en lugar de 15, incluso si aún quedan muchos meses para nuestro cumpleaños.

¡A los 21 años, las celebraciones son una necesidad! Pero cuando cumplimos 30 años, las conmemoraciones desaparecen. ¿A dónde fue toda la diversión?

Nos incomoda cumplir 40. ¿A dónde fue nuestra juventud? Cuando cumplimos los 50, nuestros sueños han desaparecido. ¡Nunca pensamos que llegaríamos a los 60 tan rápido! Después de eso, alcanzamos tal velocidad que de repente llegamos a los 70. Que ninguno vimos venir.

Así tenemos 21, cumplimos los 30, estamos en los 40, avanzamos hacia los 50, empujamos hasta los 60 y luchamos para alcanzar los 70.

Después de eso, concluir el jueves, viernes, sábado, domingo se convierte en una rutina diaria.

Cuando llegamos a los 80, cada día es un ciclo completo: desayunar, comer y cenar… y dormir.

Pero después de siete años más, algo extraño sucede. Nos convertimos en niños de nuevo. Esta edad, cada mes, semana y día que pasa es significativo.

Hacernos viejos es inevitable, permanecer jóvenes no es imposible, incluso después de tanto tiempo.

Esto nos hace recordar que algunas cosas de la vida, una vez que pasan, nunca regresan: el tiempo, las palabras, las oportunidades.

Las tres cosas de la vida que pueden destruir a una persona son el enojo, el orgullo y el no perdonar. Lo que nunca debe perderse: la paz. la honestidad. la esperanza. No olvidar lo de mayor valor: la bondad, la familia y los amigos.

Lo que forma a una persona: la sinceridad, el compromiso y el trabajo que dignifica.

Si se tiene fe: el éxito, la fortuna y los sueños, pero siempre tres constantes:

Padre, hijo y Espíritu Santo. [email protected]

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