IMPULSO/ Carlos Ravelo Galindo
Desde el volcán
Como me lo contó hace un año te lo platico, al final, te digo quién.
“Sin duda alguna, el volcán Iztaccihuatl, Izta, mujer dormida, mujer blanca, la montaña al lado del Popo, es una de las eminencias más emblemáticas de México.
Sin ser la que alcanza mayor altitud. Es la que se podría llevar el título de la montaña más mexicana, no sólo por su peculiar silueta, única en comparación con otras montañas del mundo, sino que encima cuenta con una leyenda que comparte protagonismo con el volcán vecino, el Popocatépetl.
Éste se encuentra hacia el sur a no más de 20 km de distancia. Al ser un volcán en constante actividad, no está permitido el acceso a esa zona del parque.
Quizá por ello es que el Iztaccíhuatl es hoy por hoy el, la protagonista.
Con poco más de 5,200 metros de altitud, se vuelve una montaña a respetar. Su principal ruta recorre toda la silueta que a lo lejos parece una mujer recostada en el horizonte.
Después de haber tenido varios encuentros en el Nevado de Toluca, al que a todo aventurero que le gustan estas experiencias en la montaña, les llama la atención un siguiente reto, y así fue.
Llegamos al parque el viernes a medio día. Habíamos reservado una habitación en el refugio de Altzomoni, que se encuentra a los pies de la montaña.
Coincidimos con un grupo de amigos, la mayoría conocidos, que iban liderados por Israel Bretón.
Compartimos con ese grupo el hospedaje, un cuarto, en donde se distribuyeron los colchones y literas disponibles para intentar dormir cómodos y calientitos. Nos cocinamos una buena pasta mientras platicábamos el plan de las siguientes horas.
Este viaje era para muchos de los que estábamos ahí la primera vez en el parque y el primer intento a la cumbre, así que los nervios se podían apreciar. Apagamos las luces a las 9:00 pm para descansar un par de horas antes de tener que alistarnos.
Amanecimos a las 12:30 de la madrugada, emocionados para salir en busca de la cumbre, de un buen reto, la mejor vista del Popo.
Manejamos a la joya de donde emprendimos la caminata. Poco a poco nos entramos en la montaña. Noche oscura y estrellada. Nos guiamos por la luz de las lámparas de mano.
Poco se puede distinguir en la montaña, al menos que se haya estado antes ahí, lo cual para los primerizos siempre es bueno dado que se pierde la noción del tiempo invertido en el camino.
Pasamos el primer portillo, el segundo y poco después llegamos a una pared que te queda a mano derecha, donde se puede hacer un refugio por el desplome de la piedra.
Tristemente nos encontramos después del segundo portillo, descanso, con un tiradero de basura, de esa gente que no tiene cultura de cuidar la naturaleza y no dejar rastro.
Acordamos en recogerlo a la bajada, en verdad era desagradable. Lo dejamos atrás y seguimos, tercer portillo. Unas horas después estábamos en el refugio de los cien. Allí, tomamos un descanso, nos hidratamos, comimos algo energético, nos pusimos una capa extra de abrigo y pá` arriba. [email protected]