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En clave turística

IMPULSO/ Francisco Madrid F.
Los retos del turismo en 2017
Como ya anticipábamos en este espacio, luego de un brillante 2016 en el que se rompieron prácticamente todos los récords en las variables que permitan dar seguimiento al comportamiento de la actividad turística, en el año que comienza asoman nubarrones que podrían alterar la buena marcha observada en el turismo mexicano.

Es cierto, no necesariamente todo lo que puede venir es, por sí mismo, una amenaza; sin embargo, es de esperar tanto una desaceleración del turismo mundial que por vez primera en la década habrá crecido menos de un 4% en 2016, como del propio ritmo de crecimiento de las llegadas de turistas internacionales y del ingreso de divisas al país, luego de que en los últimos cinco años este se ha mantenido en torno a dos dígitos.

Sin duda, el espectro de Trump está presente en la mente de los actores de la industria turística mexicana, aunque hasta ahora los efectos derivados de su triunfo electoral son neutros o acaso benéficos por la amplificación en la devaluación del peso; incluso, pensando hacia adelante, la ventaja cambiaria y la combinación de un relativo buen desempeño de la economía norteamericana en tiempos recientes, con la mejora del ingreso disponible de las familias estadounidenses si se consuma la reducción impositiva, pueden suponer un aumento en las corrientes de visitantes provenientes de este, el principal mercado turístico mexicano. Por lo pronto, la temporada alta está en curso y no hay reportes preocupantes por parte de las empresas y los destinos… al menos en el corto plazo.

En todo caso, sería ilusorio asumir que no hay amenazas potenciales para el sector turístico ante el próximo relevo presidencial en el vecino país del norte. En cualquier momento la perversa lógica de Trump podría tener un frente en la salida de divisas de aquel país, producto de los viajes de los ciudadanos estadounidenses hacia México. El pretexto o la mecha de una posición como esta, por cierto, está puesta ya con la aprobación del cobro del derecho de piso por 350 pesos que pretende hacer el gobierno de Baja California Sur a los extranjeros que toquen suelo sudcaliforniano (excepto los cruceristas que parece tienen bula papal y no pagan ninguna contribución) y que en una amplia mayoría provienen, precisamente, de Estados Unidos.

De igual forma, la escalada de violencia vivida esta semana que empaña las protestas legítimas por el enfado social ante las decisiones gubernamentales, es un permanente factor crítico para una demanda mundial de viajes que está curada de espanto y que puede reaccionar con una gran velocidad modificando sus destinos de viaje, al detectar señales de riesgo a la integridad de las personas.

Por el lado del mercado doméstico —que venía resistiendo estoicamente a pesar de la debilidad de la economía—, los nubarrones aparecen más oscuros. Es claro que los tipos de cambio operan en contra de la salida de los mexicanos al extranjero, y si bien es factible que se pueda presentar un efecto sustitución que recupere algunos de esos viajes y los conduzca a destinos mexicanos, la delicada condición económica, en un novedoso escenario —al menos en tiempos recientes— de fuertes presiones inflacionarias, no es un buen augurio para el turismo doméstico, con el agravante de los altos precios de los combustibles que pueden ser capaces de inhibir los desplazamientos turísticos.

Finalmente, se debe apuntar que no —de ninguna manera—, estamos ante un escenario en el que la actividad turística mexicana esté a punto de la debacle; pensar así ignoraría reconocer la fortaleza estructural del turismo, derivada, en buena medida, de que los viajes son parte del estilo de vida de las sociedades actuales. Con una contribución cercana al 9% de la economía, el turismo en México tiene una gran solidez y sigue siendo clave en la generación de empleo.

Twitter: @fcomadrid

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