Cuando me percaté, ya estabas haciendo guardia en mi nuevo hogar de adobe, cual temazcal casa, ombligo luna querido “Tonatihu, El Xolo”. Tu padre nos hizo la noche, al decirle al útero que albergo por espacio sideral, “pequeña galería de arte”, en presencia de un nuevo colega melómano amigo, quien hizo la última mudanza de mi esencia ambulante hasta el “Pueblo Mágico” de #Metepec, en mi nuevo regreso al seno. “Tonatihu, El Xolo”, haciendo guardia, dándonos lomo por vista, levantaba orejas y poco mohicano pelo ramplón, oyendo a su dueño hablar de la armonía con la que te recibe Casa Morriña.
Tras darte la bienvenida a mi hogar Tonatihu, dispuse periódicos para contrarrestar el intenso frío del altiplano mexiquense, a dos mil 600 metros sobre el nivel del mar, a media hora de la capital del Estado de México, Toluca, donde el clima no es nada propicio para un perro de energía ancestral, como tú. Careces de pelo, tu aparente delicado fantasmal caparazón, hace que muchos piensen que eres ornamento, pero bien sabes perro adorado en la cordillera andina que llega hasta la Patagonia, tras ser guardia en Machupichu, que eso es una fachada, porque sobrevives en las más extremas condiciones. ¡Ahora mismo, debes aguantar las temperaturas bajo cero Tonatihu!
La energía es otra en casa, lo digo porque pude escribir con tanto frío esta nueva entrega perro de energía ancestral. Lograste que pudiera resolver el dilema periodístico literario en el que estaba enfrascado. Al mesar tu pequeño cuerpo sin pelo, viendo la calle medianamente transitada por traseúntes y vehículos diversos, me sentí afortunado del momento, porque no todos los días tienes un xoloitzcuintle cuidando tu casa al menos por tres horas en la noche. Aunque seas tamaño “toy”, ayudaste a estar calmo luego del estrés de pagar y pagar y pagar algunas deudas. ¡No hay circulante en esta 4T!
Querido “Tonatiuh, El Xolo”, me hiciste recordar lo agradecido que estoy con todos y cada uno de mis amigos, colegas, cómplices, camaradas y amigos que hicieron posible fuera al concierto de la banda británica Elbow a El Plaza Condesa la semana pasada, en la que el grupo liderado por el cantante y compositor Gy Garvey; el guitarrista Mark Potter; el tecladista Craig Potter; el bajista Pete Turner y el baterista Richard Jupp, complaciera a un significativo puñado social de hipsters deprimidos de la CDMX, sostenidos por un poético hilo conductor que busca, ante todo, conciencia entre su fina audiencia.
A este educado y sofisticado público, que llenó tres cuartas partes el foro de conciertos de La Condesa, me dieron la sensación de ser parte de una crónica de adorados hipsters deprimidos suicidas, yendo hacia la tercera edad, narrado por escritores de mediano pelo, tratándose de ganar la vida en una etapa sociopolítica atroz, en el que impera la inseguridad, la falta de trabajo y la incertidumbre de masas. Elbow cantó 90 minutos más encore, fue un recital de nivel, para un público adulto contemporáneo tratando de mantenerse a flote y no dejar estos gustos de lado, porque Elbow es una banda que atrae sobremanera a los entes que traen para gastar de forma moderada, pero constante. ¡Dejó buen sabor de boca!
Elbow, “Mirrorball” (Plaza Condesa, CDMX, jueves 16 de enero del 2020):