IMPULSO/ Gonzalo Vaca
La migración legal o ilegal siempre ha sido un tema de análisis que durante siglos ha sido detonador de controversias diversas. La historia de la humanidad gira según el entorno del momento histórico que se viva y hoy no es la excepción.
El gobierno de la mal llamada 4T ha involucrado al país, léase a los mexicanos todos, en un galimatías del que será muy difícil salir bien librado. Antes y durante la pasada campaña presidencial los que ahora son Gobierno, se la pasaron gritando a los cinco continentes que México era el lugar ideal para “asilar y dar refugio” a los hermanos centroamericanos y desde el pasado mes de octubre, tanto López Obrador, como la ministra Olga Sánchez Cordero, fomentaron las promesas de trabajo y bienestar a los migrantes; les ofrecieron salud, educación y las perlas de la virgen.
Los “hermanos” centroamericanos envalentonados por el apoyo de la 4ta se volcaron hacia la frontera sur, con la intención –algunos- de transitar hacia la frontera con Estados Unidos y, otros, con la firme intención de quedarse a vivir en México, porque la oferta de visas de trabajo y ayuda sin igual había llegado con el nuevo gobierno.
Así las cosas, la afluencia de centroamericanos, haitianos, asiáticos y hasta africanos comenzó a correr por el río Suchiate como nunca en la historia, llegando a contabilizarse –de octubre de 2018 a abril de 2019- el ingreso a México desde la frontera sur al menos 800 mil migrantes. Un dato que rebasa todas las cifras registradas en la historia moderna de México.
Hay un dato que en su momento causó escozor y que llamó a la crítica nacional e internacional, cuando al igual que AMLO, Vicente Fox llamó a los mexicanos a comprarse un vocho, abrir un changarro y aventurarse al mercado americano, pues los mexicanos solían hacer el trabajo que ni los negros aceptaban. Durante el sexenio del panista, un promedio anual de 500 mil connacionales se sumaron al “sueño americano”. La cifra rebasó los tres millones, al final de ese sexenio.
Se puede entender la situación de miseria, inseguridad y todas aquellas condiciones precarias en la que sobreviven los “hermanos” centroamericanos, pero lo que no se puede entender es que sea la propia autoridad la que aliente esta práctica y la enarbolen como una bandera de proselitismo.
Ante la invitación a la fiesta migrante de AMLO, lo que no midieron –como siempre improvisando- fue la reacción del gigante del Norte, cuyo gobernante es igual de soberbio y autoritario que su homologo mexicano. Atrás quedó la parábola del Oso y el Puercoespín en la que la sensibilidad del mexicano siempre era una filosa púa que podría lastimar al oso torpe, pero de gran tamaño. Hoy la realidad es muy diferente y México y los mexicanos somos lo que nunca aceptamos, pero que todo sabíamos que eso éramos: el traspatio de Estados Unidos, sometido y servil.
Las bravuconadas de la campaña se quedaron en eso, ahora la amenaza del oso gigantesco de aplicar aranceles a los productos nacionales y cerrar la frontera, no solo con un muro, sino con un ejército de infantes de la Marina norteamericana, hicieron que el otrora peje y hoy Presidente diera marcha tras a las valentonadas.
Los que antes presumían una nueva política exterior y alentaban la migración, hoy se lamen las heridas y tienen que aceptar las condiciones del Imperialismo, diría un dictador venezolano, de nombre Hugo.
La amenaza de Trump por imponer aranceles hizo temblar al bisoño equipo de gobierno de AMLO y desnudó las debilidades del proyecto lopezobradorista: la economía. El gobierno mexicano salió corriendo patéticamente hacia Washington y terminó cediendo no solamente en lo migratorio, sino aceptando inesperadas imposiciones económicas.
Ya lo dice y dice bien el analista Ricardo Pascoe Pierce, quien lamenta que en lo migratorio (https://heraldodemexico.com.mx/opinion/mexico-sometido/) México no sólo aceptó acantonar una fuerza militar nunca vista en la frontera sur, sino que se aceptó convertir a México en agente migratorio sancionador de todo aquel que quiera transitar hacia Estados Unidos. Ahora sí la Secretaría de Gobernación tendrá que poner su gorro de agente migratorio. Pero como agente migratorio de EU. Patético papel que aceptó López Obrador.
“Trump anunció que México va a adquirir “de inmediato” enormes cantidades de productos agrícolas estadounidenses. ¿Qué tiene que ver esto con el acuerdo migratorio? Nada. Trump aprovechó la sumisión de México para obligarnos a comprar productos que granjeros americanos dejaron de vender a los chinos por su guerra comercial. Así, de paso, México le resuelve un problema político interno a Trump, legitimándolo ante su base social. Y México se vuelve esquirol con China, siguiendo con el espíritu antichino delT-MEC, próximo a aprobarse en el Senado mexicano”.
Además, si en 45 días no hay una reducción en el número de migrantes ilegales que cruzan a EU, México enviará al Congreso una iniciativa para ser primer país de asilo y con ello, miles de centroamericanos se quedarán a vivir en México, con la exigencia de recibir todo tipo de “ayuda humanitaria”. Esta iniciativa se debe aprobar sí o sí. De no hacerlo, Trump aplicará aranceles. De cualquier manera, México pierde.
Por la soberbia e ineptitud, México sufrió una derrota histórica ante EU y aunque no lo acepten y pretendan manipular a la opinión pública hasta el grado aplaudir como focas y envolverse en la bandera, al tiempo sabremos las consecuencias reales. Mala señal no aceptar cuando se pierde y peor creerse que ganaron, cuando los moretones son visibles en todo el rostro del México de AMLO y compañía. Aprendamos de los errores, aún estamos a tiempo.
Por cierto: ¿Cuántos de los 50 mil integrantes de la recién creada Guardia Nacional, serán emplazados en la frontera sur, para evitar el ingreso de indocumentados a México? Es pregunta.