IMPULSO/ Octavio Rodríguez Araujo
Analista político
Como dije en mi artículo de 14 de febrero, las consultas (que no encuestas) de López Obrador, tanto las de noviembre de 2018 como la del fin de semana pasado, no son representativas de la voluntad mayoritaria de los ciudadanos. Si las de noviembre evidenciaron una participación de apenas el uno por ciento de los mexicanos con derecho al sufragio, la realizada en Morelos sobre la termoeléctrica tampoco tuvo mayor significación: los que votaron por el SÍ fueron 24 mil 783 ciudadanos, es decir el 1.65 por ciento de los mayores de 18 años, aproximadamente. Nada con valor estadístico. Pero suficiente para que AMLO dijera que el pueblo manda y él obedece, por lo que la termoeléctrica se pondrá en operación muy pronto. ¿El pueblo manda o una minúscula fracción del pueblo es la que manda, si acaso fuera cierto que manda? Seamos claros.
Ya he dicho que yo estaba y estoy a favor de la termoeléctrica, pero eso no quiere decir que algunos miles, un poco más de 18 mil, no estén en contra. Si los que votaron SÍ fueron muy pocos, menos todavía fueron los que votaron NO. Por si las dudas el gobierno hizo una pequeña trampa (o así considerada), advertida por muchos de sus críticos de izquierda, que ahora son conservadores para AMLO porque no están con él: que la consulta se hizo en todo el estado de Morelos y no sólo entre los pueblos que supuestamente podrían verse afectados con la termoeléctrica y los ductos que le llevarán el combustible y agua. Los que perdieron en la consulta del pasado fin de semana no están contentos y seguirán oponiéndose como lo han hecho por varios años (son persistentes, hay que decirlo). Para el caso de Texcoco, dicho sea de paso, al gobierno no le importó perder miles de millones de pesos; para la termoeléctrica de Huexca, en cambio, López Obrador fue enfático al decir que no era justo que se perdieran 25 mil millones de pesos que ya se habían invertido. Una vara muy elástica para medir ambas inversiones. Algunos dirán que en el caso del aeropuerto las inversiones era privadas y en el de Huexca dinero público. Sí, pero no, porque de todos modos el gobierno tuvo que pagar enormes cantidades de dinero para cumplir contratos previos y otros costos en el caso de Texcoco.
¿Y qué decir del “pueblo sabio” de López Obrador? En su mañanera del 25 de febrero llegó a decir que el pueblo es cada vez más consciente. ¿Cuál pueblo? ¿Los del SÍ o los del NO? ¿Y todos los demás que no acudieron a votar o votaron nulo, es decir el 97 por ciento de los ciudadanos de Morelos, son sabios, tontos, indiferentes o simplemente no son conscientes? Bueno, poco a poco, dice el optimista. ¿Alcanzarán seis años para que un porcentaje significativo del pueblo sea consciente? Ah, pero 30 millones votaron por él en la elección pasada. Correcto, y no se le regatea el triunfo. ¿Y los otros 60 millones de ciudadanos que votaron por otros candidatos o se abstuvieron, no son parte del pueblo o, peor, sí son parte de éste pero no son sabios?
No estuvo mal preguntarle a la gente, especialmente cuando existe inconformidad y oposición, pero la forma como se ha estado haciendo, a través de consultas, no es la mejor porque se han prestado a interpretaciones múltiples y no siempre favorables (salvo para quienes están de acuerdo con AMLO diga lo que diga y haga lo que haga). Habría que pensar en algo menos controvertido que las consultas, quizá las encuestas realizadas por expertos de reconocido prestigio. Pero no estoy seguro de que López Obrador las acepte, como no accedió a que se hiciera la prometida y luego cancelada sobre el aeropuerto en Texcoco. En fin…