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El optimismo del Presidente

IMPULSO/Mario Maldonado

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Andrés Manuel López Obrador es un presidente feliz y tiene razones para serlo: arrasó en las elecciones, mantiene casi intacto su bono democrático y a pesar de las apocalípticas predicciones se sus detractores, la economía y el país avanzan inercialmente bien.

Si Javier Jiménez Espriú tuviera que describirlo diría que, al contrario de José Antonio Meade, él sí es un hombre feliz, con cuentas alegres.

Las cuentas —y sobre todo las proyecciones— alegres que le entregan todos los días sus secretarios de Estado han convertido a Andrés Manuel López Obrador en un presidente optimista. Así lo reflejó el martes en su mensaje de Año Nuevo enviado a través de un video.

“Tengo motivos para estar optimista, pienso que nos va a ir bien, vamos a llevar a cabo la transformación de México”, expresó, y luego enlistó los sectores en los que se están haciendo los cambios que documentan su optimismo. “Ya se trabaja para que haya crecimiento económico (Carlos Urzúa, Hacienda), empleos (Luisa María Alcalde, secretaría del Trabajo), paz (Alfonso Durazo, Seguridad Pública), bienestar (María Luisa Albores) y tranquilidad (Luis Crecencio Sandoval, Guardia Nacional), y con ello lograr la transformación del país”. No sólo el Presidente está optimista. Desde finales del año pasado las encuestas mostraban que los mexicanos confían en que su situación va a mejorar con el nuevo gobierno. Este martes, el diario Reforma publicó un sondeo en el que 52% de los entrevistados dijo confiar en que le irá mejor económicamente en 2018, mientras que 37% consideró que le irá igual.

Los 30 millones de mexicanos que votaron por AMLO y los que serán beneficiados por sus programas sociales, como el aumento a la pensión de adultos mayores y las becas para jóvenes, tienen razones para estar optimistas simplemente porque tendrán más dinero en los bolsillos.

Lo mismo sucede con los 2 millones 76 mil trabajadores que serán beneficiados con el aumento de 16% que se aplicó al salario mínimo y los que se emplean en alguno de los 43 municipios que hacen frontera con Estados Unidos, donde se duplicará el ingreso mínimo.

En la frontera norte también se reducirá la tasa del ISR de 30% a 20% y la del IVA de 16% a 8%, además de que se anulará el IVA a la gasolina y el diesel, buscando homologar los precios de los combustibles con los del sur de Estados Unidos.

Todos estos mexicanos tendrán más ingresos o pagarán menos que antes por algunos bienes y servicios. Es la justicia social que tanto ha prometido AMLO.

El problema es que ese gran optimismo no se refleja, por ejemplo, en las proyecciones económicas de 2019 ni en las del resto del sexenio. El Presidente dijo en su video de ayer que, “sin incrementar la deuda, sin impuestos nuevos, ni aumentar los vigentes, y sin gasolinazos, vamos a tener recursos suficientes para que haya crecimiento económico”.

Tanto López Obrador como su jefe de Gabinete, Alfonso Romo, y su secretario de Hacienda, Carlos Urzúa, han prometido un crecimiento económico superior a 4%. Sin embargo, la estimación del PIB que se desprende de los Criterios Generales de Política Económica exponen que para 2019 crecerá sólo 2%; en 2020 y 2021 se prevé una expansión de 2.6%; en 2022 y 2023, de 2.7%, mientras que para 2024, su último año de

Gobierno, la expectativa es de 2.8%.

Es decir que, de acuerdo con las proyecciones actuales, el crecimiento económico de 4% que prometió López Obrador no se podrá alcanzar durante su sexenio. ¿Son, entonces, unas cuentas alegres de un hombre optimista

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