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IMPULSO/ Samuel García/Arena Pública

El peor escenario para el peso

Ninguna otra señal de la economía produce tanto nerviosismo en los mexicanos de a pie como las variaciones en el valor del peso.

 

No es para menos, la historia económica reciente ha enseñado que –más allá de las explicaciones de los políticos y de los economistas- el tamaño de la depreciación del peso está relacionado con el nivel de gravedad en el que se encuentra la economía y el anticipo de lo que viene, así lo está percibiendo la gente desde que inició 2015, cuando el peso comenzó a debilitarse aceleradamente frente al dólar. 

El dos de enero del año pasado, el dólar de referencia para grandes operaciones comerciales, llamado ´Fix´, se cotizaba en 14.82 pesos. Ayer, esta misma paridad fue de 19.15 pesos; una depreciación del peso de casi 30% en los últimos 21 meses. Y de los dólares que se venden en las sucursales bancarias y en las casas de cambio, ni hablar. Ayer, llegaron a cotizarse hasta en 19.50 pesos por cada billete verde.

La pregunta que muchos se hacen es, ¿hacia dónde va el peso? Pero detrás de ella hay muchas otras preguntas por responder en un escenario que se ha complicado mucho más de lo que cualquier avezado estratega o político se hubiere imaginado hace tan sólo unos cuantos meses atrás.

Era natural la atención sobre los precios del petróleo y su impacto en las finanzas públicas, o sobre las señales de lo que hará la Reserva Federal estadounidense con la tasa de referencia de aquí a finales de añom, o sobre los principales indicadores de la industria estadounidense y su impacto en el importante sector exportador mexicano, o en las frágiles finanzas públicas mexicanas y sus consecuencias sobre los inversionistas y las calificadoras de riesgos. Incluso se pensaba que la elección estadounidense se convertiría en un factor a seguir de cerca en México, dado el perfil de cada uno de los precandidatos y ahora candidatos a la Presidencia del vecino del norte.

Pero lo que nunca se pensó es que esta ruta electoral hacia los comicios del ocho de noviembre en los Estados Unidos se iba a convertir en un factor crucial inmediato para la economía mexicana, para el peso y para el gobierno de Enrique Peña Nieto.

En ese sentido, los agresiones de Donald Trump hacia la relación con México, la velada defensa de Hillary Clinton de una política comercial proteccionista y, recientemente, el estado de salud de Clinton que pone en riesgo su candidatura o, en todo caso, su victoria electoral, son ya un factor crucial para el futuro inmediato de la economía mexicana y para el valor del peso. Y es que, con todo, Clinton se ha convertido en el mal menor para México y su moneda.

El corazón del asunto es que el fuerte endeudamiento del sector público en los últimos años, de la mano de una caída en los ingresos petroleros y de las exportaciones no petroleras, abrió un déficit peligroso en una economía que crece muy poco y que ahora se ve doblemente amenazada con la potencial llegada de un hostil Donald Trump al gobierno del poderoso vecino y principal socio comercial del país.

Ese escenario de riesgo para el peso mexicano, latente de aquí al ocho de noviembre, se agrava para México con el estado de salud de Clinton, que podría cerrar aún más las intenciones de voto antes del primer debate que ambos sostendrá el 26 de septiembre en Hofstra University, en el Estado de Nueva York.

Lo anterior ha provocado que, más allá de las salidas de capitales de inversionistas extranjeros, en los últimos días, se hayan han comenzado a observar compras de dólares de mexicanos ante un escenario de mayor depreciación de la moneda.

Ayer, en el mercado de futuros de Chicago, el dólar al mayoreo para diciembre de este año se cotizó en 19.26 pesos, mientras que para junio de 2017 se operó a un tipo de cambio de 19.59 pesos por dólar, es decir, las expectativas en los mercados internacionales son de mayor depreciación para la moneda mexicana, un escenario preocupante.

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