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El estancamiento

IMPULSO/ Carlos M. Urzúa
Hace unos días el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) publicó las cifras definitivas sobre el Producto Interno Bruto (PIB) en el segundo trimestre del año.

Habían sido publicadas con anterioridad las cifras preliminares, o las estadísticas oportunas como las llama el Inegi, las cuales sugerían que la economía había crecido un 0.1% del primero al segundo trimestre del año. Pero ahora las cifras oficiales marcan que la economía no creció, se estancó.
Ahora bien, como se tratará de clarificar en esta columna, esas cifras no son las más importantes a considerar. Para explicar el asunto, comencemos recordando que el PIB representa el valor en pesos de los bienes y servicios finales producidos en un periodo dado. Este indicador no está, por cierto, libre de críticas. Por ejemplo, no considera que la producción de hoy puede afectar la producción futura, como sería el caso de, digamos, un incremento en la producción ganadera que haya sido a costa de una deforestación.
El PIB proviene de tres diferentes sectores: el primario, que incluye actividades como la producción agrícola; el secundario, con actividades como las manufactureras; y el terciario, que incluye servicios tales como el turismo o la educación. Además, el Inegi estima regularmente el PIB de cada trimestre y anualiza su estimación multiplicándola por cuatro. Para dar la cifra del PIB de todo el año simplemente suma las cuatro cifras trimestrales y las divide entre cuatro.
Un punto que algunas veces se olvida es que no es fácil comparar el PIB de un trimestre con el del periodo anterior, o con el del mismo trimestre del año anterior. La razón es que hay factores estacionales que entran en juego. El caso de la Semana Santa es el más evidente, pues durante esos siete días se reduce de manera notable la producción no ligada a las actividades turísticas. Hay años en que esa semana cae justo en marzo, como lo fue en 2018, pero también hay otros cuando cae en abril, como en este año. Es por ello que, para hacer comparables las cifras, el Inegi las trata de “desestacionalizar”.
Las tasas de crecimiento de esas cifras desestacionalizadas son las que comúnmente se mencionan en los medios. Así por ejemplo, el Inegi estima que el PIB registrado en el primer trimestre del año cayó 0.2% respecto al del último trimestre de 2018, y que el PIB del segundo trimestre no creció respecto al primero, pues estima una tasa de 0.0%. Yendo más al detalle uno puede calcular que ese cero por ciento es por el redondeo de un crecimiento muy pequeño: 0.02%. Por tanto, como los dos últimos cambios porcentuales fueron -0.2% y 0.02%, la economía no está en recesión técnica, aunque sí al borde de estarlo.
Pero en realidad los porcentajes más interesantes no son esos, sino los que provienen de los datos del PIB sin el ajuste estacional. Paradójicamente, estos porcentajes están siempre en la última columna de la última tabla de los comunicados de prensa del Inegi. En el comunicado del 24 de mayo puede encontrarse el porcentaje de crecimiento más interesante, el del PIB del primer semestre, no trimestre, de 2019 respecto al del 2018. La tasa de crecimiento fue apenas 0.2%. El sector primario tuvo un buen crecimiento, 3.4%, y el sector terciario uno moderado, 0.9%. Pero el sector secundario cayó 1.8%, debido a una contracción notable en las actividades ligadas a la construcción y al petróleo.
Volviendo al crecimiento de 0.2% del PIB semestral respecto al del año pasado, ese porcentaje es tan bajo que pueden ya conjeturarse cotas al crecimiento del PIB que se alcanzará en 2019 respecto al del 2018. En particular, parece literalmente imposible que se alcance un crecimiento anual del 2%, como fue establecido en los criterios económicos aprobados el pasado diciembre. Más aún, parece improbable que el crecimiento del PIB pueda alcanzar inclusive el umbral del 1%.

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