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El “Efecto Pinocho”, un modelo científico para saber si una persona miente

IMPULSO/ Edición Web
México
El nombre “Efecto Pinocho” viene del personaje de Disney con el mismo nombre que, cuando miente, le crece la nariz.

Científicos de la Universidad de Granada (UGR) diseñaron el modelo de laboratorio más exacto hasta la fecha para averiguar si una persona miente o dice la verdad.

Este sistema, basado en la técnica de la termografía, toma como base el denominado “Efecto Pinocho”, según el cual cuando un sujeto miente la temperatura de su nariz desciende y la de la frente aumenta, entre otros cambios térmicos faciales.

“Cuando mentimos, la temperatura de la punta de la nariz desciende entre 0.6 y 1.2 grados, mientras que la de la frente sube entre 0.6 y 1.5 grados”

Los investigadores, pertenecientes al Centro de Investigación Mente, Cerebro y Comportamiento (CIMCYC) de la UGR, señalaron que este sistema es más exacto que el famoso polígrafo (instrumento de medición utilizado para el registro de respuestas fisiológicas.

Asimismo, que otras técnicas de imagen cerebral empleadas en investigación, ya que la termografía ofrece un nivel de exactitud de hasta el 80 por ciento (un 10 por ciento más que el polígrafo).

El investigador principal de este trabajo, Emilio Gómez Milán, resaltó que, las dos regiones de la cara claves para medir el “efecto Pinocho” son la punta de la nariz y la frente.

“Cuando mentimos, la temperatura de la punta de la nariz desciende entre 0.6 y 1.2 grados, mientras que la de la frente sube entre 0.6 y 1.5 grados”, detalló.

Explicó que cuanto mayor sea la diferencia de cambio de temperatura entre ambas regiones de la cara, más probable es que esa persona esté mintiendo.

La razón de este fenómeno es bien sencilla. Cuando alguien miente, se produce una respuesta emocional en su cuerpo, la ansiedad, que se manifiesta en la temperatura de la nariz.

No obstante, “también se produce una respuesta cognitiva, porque para mentir tenemos que pensar, planificar nuestras excusas, analizar el contexto y esto nos provoca una carga cognitiva o una fuerte demanda de control atencional que se traduce en un aumento en la temperatura de la frente”, dijo.

Dicho de otro modo, “para mentir hay que pensar, y por eso aumenta la temperatura de la frente, pero también nos ponemos nerviosos, algo que provoca un descenso de la temperatura de la nariz”.

El investigador de la UGR advirtió que hay que diferenciar el estudio de la mentira en el contexto del laboratorio y en la vida real.

“Las técnicas que utilizamos en el laboratorio son muy distintas de las que emplea, por ejemplo, la policía, que usa la denominada entrevista estratégica (con cuestionarios que incluyen preguntas trampa y la petición de gran cantidad de detalles) para intentar descubrir al mentiroso”, añadió.

La detección real de mentiras incluso por expertos apenas supera el nivel de azar (54 por ciento), y con la entrevista estratégica sube hasta un 60-70 por ciento.

El investigador expuso que lo ideal sería combinar ambas técnicas, las entrevistas estratégicas con la termografía, trasladando el método, por ejemplo, a una comisaría, a los aeropuertos o a los campos de refugiados.

Para llevar a cabo este trabajo, que ha sido publicado en la revista “Journal of Investigative Psychology and Offender Profiling”, los investigadores trabajaron con una muestra formada por 60 estudiantes de psicología de la Universidad de Granada, a quienes realizaron una serie de pruebas. EL INFORMADOR

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