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Estados Unidos
Hawley Harvey Crippen se convirtió en una celebridad por el terrible crimen que cometió.
En 1900 el doctor estadounidense Hawley Harvey Crippen, un hombre bajito y con gafas, se mudó a Londres para vender medicina homeopática.
No fue solo: lo acompañaba Cora, su esposa, una mujer con una fuerte personalidad que aspiraba a convertirse en una estrella del music-hall pero que, al parecer, no era muy talentosa.
“Eran una pareja muy extraña. La gente decía de él que era tranquilo, educado, inteligente y amable, y que a ella le gustaba describirse como artista de ‘music hall’, el ambiente en el que trabajaba”, le dijo Cassie Watson Brookes, historiadora de medicina forense y crimen de la Universidad de Oxford.
“Aunque sí había afecto dentro del matrimonio, ninguno de los dos estaba interesado en tener una relación monógama. Al final, él se enamoró de su secretaría, Ethel Le Neve”, añadió la historiadora.
La amante de Crippen, Ethel Le Neve, es también una pieza importante en el desarrollo de la historia.
Ethel Le Neve, secretaria de Crippen, se convirtió en un su amante.
En 1910, diez años después de haberse instalado en Londres, Cora desapareció.
Crippen daba dos versiones sobre la ausencia de su mujer. A algunos les decía que había vuelto a Estados Unidos. A otros, en cambio, les explicaba que había huido con un amante.
“De acuerdo con las pruebas que se encontraron en la época, la única hipótesis posible es que él la envenenó, cortó el cuerpo en pedazos, le quitó todos los huesos (que escondió en algún sitio desconocido) y enterró las vísceras, los órganos internos y pedazos de carne del abdomen en el suelo del sótano de su casa”, explica Watson.
Poco después de la desaparición de Cora, Le Neve se mudó a la casa de Crippen, algo que en esa época era muy poco habitual y más bien atrevido.
Los amigos de Cora tenían un mal presentimiento y, tras unos meses sospechando, finalmente fueron a la policía.
Pero los amigos de Cora tenían un mal presentimiento. Tras unos meses sospechando, finalmente fueron a la policía.
Asustado por las preguntas de la policía, Crippen decidió escapar con Le Neve.
Su huida facilitó que Dew pudiese registrar su casa.
“No sé muy bien qué hizo que la policía decidiese agujerear el suelo del sótano, pero cuando lo hicieron se dieron cuenta de que había algo enterrado, y olía muy mal”, cuenta Watson.
Tras encontrar los restos, la pareja formada por Crippen y Le Neve se convirtió en un objetivo número 1.
Pero en ese momento ya estaban lejos. Habían llegado a Amberes, en Bélgica, donde se habían subido al barco SS Montrose, con destino a Canadá.
Conscientes de la situación, tomaron precauciones: viajaban disfrazados y bajo nombres falsos.
Crippen se afeitó el bigote, se quitó las gafas y se hacía llamar Señor Robinson. Le Neve, por su parte, se disfrazó de chico para hacerse pasar por su hijo.
Sin embargo, en el barco levantaron sospechas: para ser padre e hijo, se comportaban de manera extraña.
Y, sobre todo, no contaban con las habilidades detectivescas que demostró tener el capitán del barco, Henry George Kendall.
En los archivos de la BBC hay declaraciones de Kendall de 1930 en las que narra lo sucedido.
“Vi a dos hombres que iban de la mano. Me acerqué y hablé con el hombre mayor. Me di cuenta de que en la nariz tenía la marca de llevar gafas y de que se acababa de afeitar”, explicó.
“Volví a mi cabina y leí en los diarios la descripción que hacían de Crippen”, añadió.
Kendall se propuso saber la verdad sobre los dos pasajeros que se hacían pasar por el señor Robinson y su hijo.
Husmeó en su cabina, donde encontró un corpiño de mujer, y desde ese momento no les quitó los ojos de encima.
“Fui al comedor, me senté a su lado y vi que los modales del chico en la mesa se parecían a los de una mujer. Más tarde me puse de espaldas a ellos y dije: ‘Señor Robinson’. Como me imaginaba, tuve que decir el nombre varias veces antes de que se diese la vuelta y me dijese: ‘Disculpe, capitán, no lo había oído'”.
“Él era muy bien educado, tenía muy buenas maneras. Pero un día el viento le levantó la chaqueta y vi que llevaba un revólver. Desde ese momento, yo también llevé uno siempre encima”.
La policía de Londres no tenía ningún conocimiento de las indagaciones del capitán, pero estaban a punto de descubrirlo.
Las deliberaciones en el juicio de Crippen duraron solo 30 minutos.
¿Cómo? Gracias a un sistema de comunicación inventado unos años antes que permitía mandar mensajes codificados a larga distancia con señales eléctricas mediante comunicaciones de radio.
Sí: se trata del telégrafo.
La fortuna quiso que el barco en el que viajaba Crippen dispusiese de un telégrafo, aunque en 1910 solo 60 barcos estaban equipados con ese sistema.
Así, el capitán Kendall mandó un mensaje en código Morse a la policía londinense.
En él indicaban que tenían sospechas de que Crippen y su pareja estaban entre los pasajeros del barco con identidades falsas. También indicaron que el que se hacía pasar por el hijo era sin duda una mujer.
“Recuerdo al señor Robinson destacando la maravillosa invención que era el telégrafo”, asegura Kendall.
Las multitudes se agrupaban en el exterior de la corte en la que tenía lugar el juicio de Crippen.
Al recibir el mensaje, el inspector Dew se embarcó en una nave transatlántica más rápida para interceptar el barco en el que viajaba Crippen.
Fue una persecución muy seguida por los medios de comunicación de la época.
Ya en Canadá, Dew subió a la nave de Crippen haciéndose pasar por un capitán de barcos.
Kendall invitó a un confiado Crippen a su camarote.
“Yo estaba ahí con el inspector Dew y tenía el revólver en el bolsillo. Cuando entró, dije: ‘Déjenme presentarlos’. Crippen le estrechó la mano, y entonces el inspector, mientras se quitaba la gorra, le dijo: ‘Buenos días, señor Crippen. ¿Sabe quién soy? Soy el inspector Dew de Scotland Yard”.
John Eddie, entonces un joven abogado, presenció el juicio y décadas más tarde habló para la BBC.
“Crippen estaba en una situación muy complicada. ¿Quién más hubiese podido matar a alguien y enterrar los restos en el sótano de su casa?”, explicó.
Tal como explica Cassie Watson, necesitaban pruebas para relacionar los restos del sótano con Cora.
Supusieron que eran restos de una mujer porque encontraron cabellos largos, algo que ningún hombre de la época tenía.
Y concluyeron que era Cora porque un trozo de carne del abdomen tenía una cicatriz que correspondía a una que ella tenía de una histerectomía a la que se había sometido.
En noviembre de 1910 Crippen fue ahorcado en la prisión de Pentonville, cerca de Londres.
“Fue el juicio por asesinato más famoso durante 40 o 50 años. Eso se debe a la extraña manera en que se dejó el cuerpo, la relación con Le Neve, la ciencia forense que se utilizó y, sobre todo, la importancia del telégrafo para capturarlos”, explica Watson.
Sin duda, una dura historia que quedó en el recuerdo de sus contemporáneos para siempre.
Noticias BBC
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