IMPULSO/Agencia SUN
Brasil
El desarrollo de ecoturismo y proyectos de agronegocios son la apuesta para rescatar la selva amazónica en Brasil.
Después de décadas de tala ilegal y el abuso de recursos naturales, diversas organizaciones civiles buscan promover entre habitantes de la zona nuevas fuentes para obtener ingresos para preservar esta importante reserva natural.
Dos horas de navegación separan al puerto de Manaos, la capital del estado brasileño de Amazonas, de la comunidad de Tumbira, donde algunos pobladores dejaron una vida de tala clandestina por la construcción de posadas para turistas que desean conocer parte de la selva. Por 66 dólares diarios se tiene hospedaje, comida e incluso Wifi y acceso a la vida a la orilla del impresionante Río Negro.
Carlos Bueno, coordinador de relaciones institucionales de la Fundación Amazonas Sustentable, explicó que en una década de trabajo en la zona se ha apoyado a emprender tanto en ecoturismo como en agronegocios a unas 583 comunidades, con beneficios para 9 mil 609 familias.
Además del proceso de cambio cultural y perspectiva de nuevos negocios en los habitantes, la fundación emprende proyectos educativos y de salud. En tanto, los principales retos para las comunidades se centran en conectividad y comunicación, debido a que la única forma de transporte es por el río para acceder a servicios en Manaos y otras ciudades.
En opinión de Bueno, el reto es mayúsculo para transformar la forma de vida de las cientos de comunidades que mantienen como su principal ingreso la tala ilegal y explotación desmedida de recursos naturales, además de enfrentar la incertidumbre de las políticas públicas que impulsará a partir de 2019 el presidente electo Jair Bolsonaro, quien es conocido por promover la eliminación de las zonas indígenas protegidas en la región.
El reto ecológico. De acuerdo con datos recientes del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales de Brasil, en los últimos tres meses la deforestación en el Amazonas ha crecido 50%. Actualmente, la zona afectada es similar a dos veces la ciudad de Nueva York.
En opinión de Philip Fearnside, del Instituto Nacional de Investigaciones de la Amazonia, en la actualidad el grueso de la población no entiende el efecto de la deforestación y siguen sin creer en el cambio climático.
Fearnside obtuvo en 2007 el Premio Nobel de la Paz como parte del Panel de las Naciones Unidas sobre el Clima (IPCC). El galardón fue compartido ese mismo año con el ex vicepresidente de Estados Unidos, Al Gore, por sus esfuerzos contra el calentamiento climático. El investigador ha centrado sus estudios en la Amazonia y es contundente al explicar los efectos en la devastación forestal en la zona y su impacto en el clima global.
En tanto, señala la amenaza que vive la reserva ecológica que en años recientes ha aumentado su atractivo para la generación de energía, principalmente empresarios asiáticos.
Efectos nocivos. No sólo la zona forestal tiene impactos. En la ciudad, casi 65% de la facturación de la administración de servicios de agua y alcantarillado en el estado de Amazonas son pérdida total ante el mal uso del líquido.
Datos del Consejo Federal de Administración de la entidad brasileña muestran que 134 mil litros se pierden anualmente principalmente por robo a través de conexiones ilegales.
De acuerdo con la información del consejo de administración local, por dejar de facturar 65% al año en uso de agua, el estado de Amazonas, además de no invertir en mejoras en la prestación de los servicios, ha tenido que aumentar el costo de las tarifas a la población.