IMPULSO/ Ernesto Hernández Alarcón
Toluca
Uno de los aspectos más memorables del Baloncesto Olímpico llevado a cabo en esta exposición Río 2016, ha sido la muy probable despedida de la “Generación Dorada” de Argentina.
Un conjunto que ha puesto en alto al país blanquecino a nivel internacional. Los miembros de tan selecto club que participaron en esta versión de Selección son: Emanuel Ginóbili, Luis Scola, Andres Nocioni y Carlos Delfino. Después de su eliminación ante el cuadro Norteamericano en los cuartos de final, Ginóbili se despidió con palabras emotivas: “Hoy, me voy a casa con una bolsa llena de emociones, dejamos, pienso, una huella en el baloncesto de FIBA. Estoy orgulloso de ello”. El nacido en Bahía Blanca hace ya treinta y nueve años, sin duda ha sido el máximo exponente latinoamericano de este deporte. Y bajo mi perspectiva, es un epicentro de influencia en múltiples jugadores del sur de los Estados Unidos. Dicho sea de paso, me parece puntual mencionar que la hermana República de Argentina presenta –en términos generales- un cuadro sociopolítico similar al de México. Su Federación no precisamente está sobrada de fondos económicos, (como es el caso de los E.UA. o España). Con un programa deportivo bien aplicado, se han erigido como uno de los más imponentes representativos mundiales en los últimos diez años. ¿La diferencia con sus similares del llamado tercer mundo? Considero que es simple y llanamente una cuestión de organización, mentalidad y actitud, poniendo mayor énfasis en el segundo y tercer punto. Es cultura de creer en algo o alguien, dejando al margen los síntomas de inferioridad propios de la cultura azteca. Veremos cuanta trascendencia logran alcanzar los nuevos integrantes encabezados por Facundo Campazzo. Por ahora, ha sido un placer disfrutar a estos pibes.
Y hablando de más despedidas, por supuesto que debemos poner en relieve las de otros dos grandes: Tony Parker y Pao Gasol, de Francia y España respectivamente. El ibérico participó en su penúltimo encuentro olímpico en la eliminación que sufrieron en las semifinales ante el gigante norteamericano (resta la disputa por la medalla de bronce). Su generación también ha sido destacada, relevante y eslabón de jugadores que han logrado darle mayor diversidad racial a la máxima liga del deporte ráfaga, la NBA. Al respecto, me llama la atención las recientes declaraciones de Carmelo Anthony y DeAndre Jordan, en el sentido de que para ellos, es más importante lograr una medalla de oro en este tipo de certámenes que ganar un trofeo Larry O´Brien en su tierra natal. Un comentario no tan acertado. Si bien es verdad que desde los tiempos de la primera versión del “Dream Team” no había sido testigo de que los Estados Unidos tuvieran este nivel de dificultad para finiquitar sus compromisos –prueba de ello son los cotejos ante Francia, Serbia y Australia en primera fase-, también es cierto que el nivel de competencia no es el mismo. Anthony tal vez tenga noción que en el fondo, será muy difícil que lidere a un equipo a ganar un anillo de campeón y busque dejar su legado en los Olímpicos. Por ahora, los Estados Unidos avanzaron a su tercera final consecutiva. Y lo logran gracias a su variado y largo arsenal, amén de algunos lastres defensivos que han evidenciado en sus primeros juegos. En palabras del mismo entrenador Mike Krzyzewski, “los demás equipos ya no nos temen”. El día de mañana tendremos una gran final que definirá la medalla de oro. Kevin Durant y compañía son favoritos, pero tal vez en un futuro no tan lejano, ese poderío de las barras y las estrellas a nivel internacional vaya disminuyendo gradualmente.
